Culiacán, Sin.- Se cumplen tres años del llamado “Culiacanazo” o “Jueves Negro” que dimensionó el poderío de los grupos criminales y le dio un nuevo rostro al Cártel de Sinaloa.
La detención y liberación de Ovidio Guzmán López, marcó un antes y después en Sinaloa, pero también en el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, por el tropiezo táctico y las contradicciones que ha vuelto a poner en la agenda pública el grupo de hackers Guacamaya Leaks.
Aquel jueves 17 de octubre del 2019, un grupo de amigos salió del trabajo a festejar el cumpleaños de un compañero, sin imaginar que estaban por vivir un momento de terror.
En otro extremo de Culiacán, el fotoperiodista Jesús Verdugo preparaba la cámara fotográfica con la esperanza de documentar una buena historia.
El tráfico vehicular estaba menos cargado que de costumbre, pues autoridades suspendieron las clases en el turno vespertino como medida precautoria ante una zona de baja presión. El agua no cayó ese día y en cambio llovieron balas.
Rubén y Pablo eran parte del grupo de amigos que celebraban en un restaurante del sector Tres Ríos de Culiacán, eran cerca de las 3 de la tarde cuando los cristales de lugar se reventaron ante el impacto de balas.
“Los del valet parking que estaban afuera nos dicen: métanse, métanse todos, corran y entonces en segundos toda la gente se paró, el restaurante estaba abarrotado a más no poder, acababa de pasar la quincena, todos se metieron al baño.
Todo parecía ir en cámara lenta mientras el estruendo sacudía la estructura del lugar, nadie tenía certeza de nada, sólo sabían que debían buscar un lugar seguro.
“Delante de nosotros había una mesa con una familia, eran tres niños y papá y mamá, por el caos no alcanzaron a meterse, se metieron debajo de las mesas y ahí se quedaron, a un lado había una señora de la tercera edad que no alcanzó a meterse y así la arrollaron, todo fue puro caos”, relató.
Al principio nadie sabía lo que estaba pasando, la información oficial no llegaba y en las redes sociales se reportaban robos de vehículos a diestra y siniestra, luego comenzaron a surgir las imágenes violentas: camiones incendiados, calles bloqueadas y personas escondidas en centros comerciales. De fondo, se escuchaban ametralladoras y disparos.
Sacudidos por la adrenalina, los reporteros abandonaron las redacciones, entre ellos Jesús Verdugo quien no lo pensó dos veces y rápidamente acudió el epicentro de la violencia.
“Nos tomó por sorpresa Nadie imaginaba la magnitud del hecho hasta que llegamos a las zona de la Fiscalía, al bulevar Sánchez Alonso y empezamos a ver carros blindados abandonados, eso nos llamó mucho la atención, seguían las armas tiradas, algunas tablas, chalecos tácticos, eso nos daba la indicación de que había pasado algo grande, seguimos avanzando, empezamos a ver rastros de sangre, rastros de un enfrentamiento que había sucedido hacía unos minutos, había casquillos regados junto a los charcos y eso nos shockeo”, comentó.
Ante el sonido de las ráfagas, Jesús se arrojó al suelo y en menos de lo esperado, su ropa, sus manos y hasta su propio rostro se mancharon de la sangre que había sido derramada en el asfalto caliente.
Después de la primera refriega, los comensales del restaurante, incluyendo Rubén y Pablo, salieron a ver, pero casi de inmediato se dio un nuevo encontronazo entre sicarios y militares. Todo mundo corrió hacia el interior, pero cuando Rubén volteó, Pablo ya no lo acompañaba.
“Mi amigo se cae y le llega una bala pérdida, cuando llegó yo adentro y termina la segunda oleada me pregunto dónde quedó así que salgo y lo veo ya con el balazo y la pierna abierta, estaba gritando de dolor, así que llegó, le hago un torniquete”…
–¿No te importó arriesgar la vida?
“No sabía que estaba arriesgando la vida, cuando empiezo a pedir ayuda a los oficiales me doy cuenta que nadie me pela y todos me preguntan: ¿quién eres?, luego llegó la tercera oleada y quedamos en fuego cruzado, a cinco metros de nosotros se para una camioneta de marinos y empiezan los disparos, en ese momento nos preguntamos: ¿qué está pasando?; mi compañero con la pierna herida y un camionetón tirando balas, nos escondimos en una jardinerita”, relató.
En un acto que muchos de sus amigos han considerado heroísmo, pero que él simplemente llama empatía, Rubén arrastró a Pablo con todas sus fuerzas hacía el interior del restaurante y lo puso salvo.
Tras vivir la pesadilla, reconoció que muchos han criticado la medida del presidente Andrés Manuel López Obrador de liberar a Ovidio, sin embargo, para quienes estuvieron en el “ojo del huracán”, fue un alivio que todo aquello terminara esa tarde.
Para Javier Llausas Magaña, director de Construyendo Espacios para la Paz, quedó claro que a los delincuentes no les importa cuidar las formas o poner en riesgo la vida de personas inocentes si ven amenazada su estabilidad. Son capaces de “secuestrar” una ciudad entera, amenazar familias y acabar con la vida de inocentes si eso les sirve para obtener lo que quieren.
“Creo que ese día nos dolió que nuestra ciudad fuera manejada en todo México de esa manera porque somos gente de trabajo. Hemos dejado en manos de personas que no les interesa el orden, no les interesa la vida de los demás, hemos dejado recursos económicos, materiales y humanos en manos de personas que ese día nos dimos cuenta que pueden acabar con tu ciudad. Pero ese día también salió lo mejor de Culiacán, salió el sentido de solidaridad, ver a los gerentes de los establecimientos que ofrecían sus instalaciones para pernoctar, nos hace ver que salió lo mejor de nuestra sociedad”, comentó.
Para Ricardo del Rincón, el “jueves negro” es un día para aprender, para apostar por el recuerdo crítico y constructivo, no es un día para olvidar ni para desconocerlo, al contrario:
“Que se tome el mayor de los aprendizajes de ese evento, de ese suceso y bueno, construir en consecuencia, ya hoy en día a tres años de aquel suceso que marcó a Sinaloa, debemos ir a lo más importante y relevante, trabajar en la juventud y abonarle a la prevención. No se puede minimizar lo que sucedió, fue un evento muy fuerte, estuvimos en las primeras planas nacionales e internacionales, sigue siendo un caso de estudio a nivel mundial y lo que tenemos que hacer es seguir trabajando en consecuencia”, comentó.
El “jueves negro” o “Culiacanazo”, forma parte de la memoria colectiva y no puede ser olvidado, por lo que ahora se trabaja más en atender las causas de la violencia.
El Culiacánazo se volvió uno de esos recuerdos incómodos que advierten el poder de los grupos criminales incluso por encima de las autoridades que a decir de muchos, fueron arrodilladas ese día.
Esa tarde la ciudad se paralizó por completo y fue cubierta por una nube de violencia, caos, pánico, inseguridad y terror entre la sociedad, una cicatriz imborrable que todavía se recuerda cuando hechos similares ocurren en otros estados y son bautizados como “culiacanazos”.
Para el ex comisionado de Atención a Víctimas y actual rector de la Universidad de la Policía, es un recuerdo que obliga a hacer mejores esfuerzos y a fortalecer las corporaciones policiales.
“Fue un evento disruptivo, fue de tal magnitud que rompe con la normalidad, con lo que estábamos acostumbrados, significó un antes y un después, victimizó a la comunidad en general, nos hace falta mucha reflexión en lo que ocurrió, pero creo que tenemos que apostarle a la educación para transformar esto y evidenciar que estas conductas antisociales lejos de significar un motivo de orgullo o demostración de poder, lo que hacen en realidad es establecer la existencia, permanencia y capacidad de acción de grupos criminales que hacen mucho daño al Estado”, comentó.
Aquel “jueves negro” Culiacán se volvió noticia internacional pero a decir de los más optimistas, aún puede serlo por otros hechos.