Los Ángeles.- “No pienso aún en el retiro”, dice Clint Eastwood a sus 82 años, vistiendo chamarra, pantalones holgados y tenis. El veterano actor de cintas de vaqueros como El bueno, el malo y el feo y director responsable de las ganadoras del Oscar Los imperdonables y Golpes del destino, regresa frente a las cámaras en Curvas de la vida, permitiendo que su productor, Robert Lorenz, tomara la silla de director para su debut.
“Desde hace 20 años que no actuaba sólo para un filme. Así que pensé:
“Esto será divertido, porque cuando no tenga una escena, puedo irme a
jugar golf sin preocuparme por nada más. Robert (Lorenz) tendría esa
labor ardua del realizador de cine”, comparte Eastwood, agregando su preferencia por dirigir, al ser un oficio que ya rebasa las 30 cintas.
Y sobre esa pregunta incómoda sobre el retiro, Clint
Eastwood no se escabulle para contestar: “La primera vez que lo concebí
fue en los años 70, porque me dije: “Me dedicaré a la dirección porque
un día me voy a ver en la pantalla y tal vez me tope con algo que no me
gusta”. Y cuando empecé a dirigir más, me mantuve haciéndolo por mucho
tiempo. Creo que el retiro está bien, si es lo que deseas. Tal vez lo
quiera algún día, y alguna vez se volverá más que un pensamiento y me
diré: “Ya tuve suficiente de esto”. Por ahora puedo decirte sólo que el
cine es mi vida”.
En Curvas de la vida, Eastwood personifica a un tipo que le
sienta bien: un malhumorado y cascarrabias veterano (Gus Lobet), cuyo
oficio de cazador de talentos para los Bravos de Atlanta, posee un
problema de visión y debe aceptar la ayuda de su hija abogado, Amy Adams
(Mickey), quien le podrá “prestar” sus ojos para juzgar si un amateur bateador de las ligas menores da el ancho para las Mayores.
“Me gustan las películas que tienen que ver con relaciones humanas. Si el deporte es parte del drama del personaje,
muy bien, pero nunca me involucraría en un proyecto que sólo tratara
del escenario del deporte o de cualquier otro, per se. Curvas de la vida
es sobre la relación de un padre con su hija, y como sus problemas
personales los separan y deben hacer algo para volver a comunicarse,
apoyarse y estar juntos.
“Yo no me veo como un viejo enojón, pero es un tipo de personaje
divertido de interpretar; porque debes de vencer una limitación interna,
para poder convivir en sociedad y poder operar en ella. Lo interesante
de Gus Lobet es que debe cambiar su forma de ser a lo opuesto. Hay
personas que nunca reciben esta oportunidad en la vida”, explica
Eastwood con una amplia sonrisa, mostrando lo cordial y atento que es
fuera de la pantalla.
En tiempos donde el estilo western es poco acudido, pero sí los valores del antihéroe que Eastwood desplegó en su era de vaquero,
con personajes cuyos métodos cuestionables eran justificados por un
deseo del bien a la comunidad, el veterano sigue consiguiendo que chicos
y grandes le sigan la pista.
“Creo que a la gente ve mis películas y le encanta fantasear en su
propia realidad, donde son prisioneros de la sociedad y les gustaría
trabajar a veces fuera de los estándares morales. Esa es parte de la
fantasía, ver una película o una obra de teatro,
viendo a un personaje que hace lo que tú podrías hacer, pero que es
imposible de hacer. O no tienes el coraje para hacerlo”, reafirma
Eastwood marcándose una vez más su voz rasposa.
Pero Clint no puede operar solo, a él se le unió Adams, exponente
brillante de su generación en proyectos como Encantada y El peleador,
con el otrora cantante Justin Timberlake (Red Social),
como un joven cazador de talento que debe ganarse la confianza del
personaje de Eastwood, para aprender de su instinto por el beisbol, así como recibir su aprobación para cortejar a su hija.
“Amy (Adams) es como cualquier chica común al momento de llegar a
trabajar, desprovista del glamour que distrae hoy en día, aún siendo muy
bella; ella no tiene el tipo de super-modelo y el es el tipo de
muchacha que me encantaría tener como hija”.
TJ