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Ave de terror boxeaba con presas

El Andalgalornis usaba su pico gigantesco y afilado para matar a sus presas con golpes rápidos, retrocediendo en varias ocasiones

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El Andalgalornis, un ave de metro y medio de alto que no podía volar y
vivió en el Mioceno, periodo que va de hace 23 millones de años a hace 5
millones de años, recurría a las técnicas de un boxeador para atacar a
sus presas, según un equipo internacional de científicos.

El ave usaba su pico gigantesco y afilado para matar a sus presas con
golpes rápidos, a manera de hacha, retrocediendo en varias ocasiones y
golpeando de nuevo, asegura el estudio publicado en la revista PLoS ONE.

Los científicos dicen que las tácticas de este tipo de ave,
perteneciente a las llamadas ”aves del terror”, obedecían en parte a
su tamaño y su composición física, que hacían muy difícil, y
posiblemente fatal, cazar de otra manera.

“Estos animales no eran ‘toleteros’, no podían llegar y lidiar con la
presa. Tenían que retroceder, bailotear alrededor y dar golpes como de
hacha”, dijo Lawrence Witmer, de la Facultad de Medicina Osteopática de
la Universidad de Ohio.

El estudio, fruto de un escáner del cráneo del animal
y de técnicas de ingeniería que permitieron reproducir sus movimientos
en 3D en computadora, es el primero en analizar el método de ataque de
un ejemplar de un grupo ya extinto de grandes aves rátidas (no
voladoras) de la familia Phorusrhacidae, conocidas popularmente como “aves del terror” por su imponente cráneo y tamaño.

Estas aves evolucionaron hace unos 60 millones de años aislados en
Sudamérica y se dividieron en unas 18 especies conocidas de distinto
tamaño, que podía alcanzar los 2.1 metros en el caso del más grande, el
Kelenken.

“Nadie antes había intentado llevar a cabo un análisis biomecánico tan
completo de un ave del terror”, señaló el autor principal del estudio,
Federico Degrange, del Museo de la Plata/CONICET en Argentina.

El ejemplar estudiado vivió en el noroeste de Argentina hace seis
millones de años, medía 1.4 metros de alto y pesaba unos 40 kilos. Su
cráneo tenía 37 centímetros y estaba dotado de un pico curvado como el
de un halcón y sorprendentemente hueco por dentro.

El Andalgalornis era distinto de otras aves por la rigidez de su cráneo,
una característica al parecer relacionada con la incapacidad de volar y
su gran tamaño.

Los científicos, de Argentina, Estados Unidos, Australia y Francia
lograron determinar su método de caza al comparar modelos en 3D del ave
del terror y de dos especies actuales, el águila y la seriema,
considerada como su pariente vivo más cercano.

La simulación por computadora confirmó los resultados anatómicos logrados al analizar el cráneo con el escáner.

El cráneo del ave era suficientemente sólido para que éste pudiera
utilizar su pico de arriba hacia abajo, pero no de lado a lado, y el
pico hueco corría peligro de romperse si debía vérselas con una presa
que se debatía.

Los investigadores también midieron la fuerza de la mordedura del ave en
comparación con el águila y la seriema y determinaron que era menor de
lo esperado.

Por ello, el ave se veía obligado a emplear un método parecido al de los
boxeadores, consistente en una estrategia de ataque y retirada, con
golpes precisos como un hacha.

”Las aves generalmente tienen cráneos con mucha movilidad entre los
huesos, lo que les permite tener cráneos ligeros, pero resistentes. Pero
encontramos que estas articulaciones móviles en el Andalgalornis se
convirtieron en vigas rígidas. Este animal tenía un cráneo fuerte,
particularmente en la parte delantera en sentido longitudinal, a pesar
de tener un pico curiosamente hueco”, afirmó Witmer.

Las aves del terror, que se alimentaban de mamíferos hoy extintos y
competían con dientes de sable, se convirtieron en los principales
depredadores de su entorno.

Al menos una de ellos, el Titanis, alcanzó Norteamérica hace entre dos y
tres millones de años, pero la especie desapareció de la faz de la
Tierra poco después.

La investigación fue financiada por la Fundación Nacional para la
Ciencia de Estados Unidos, el Consejo Australiano de Investigación, la
Fundación para la Ciencia de Australia y el Pacífico y el Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina.

Fuente: Internet

Fotografía de perfil de Liz Douret

Liz Douret

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