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Mazatlán, Sin.- ¿Cuál estrés? ¿Y la pandemia dónde quedó? En Mazatlán todo eso se acabó, o al menos estos días de Semana Santa, aparentemente no están presentes entre los miles de turistas quienes este viernes han tomado por asalto un espacio en la franja costera.
Un río de gente que va y viene en ambos sentidos, unos a pie, otros en bicicleta o abordo de vehículos, se observan a lo largo del Malecón y la avenida Del Mar. Un sol que cae a plomo y ad hoc para bien darse un chapuzón en la playa. Ahí está la familia Ramírez, Los Hurtado, los González y la lista sigue, unos provenientes de Nayarit, de Durango o Coahuila, el chiste es aprovechar estos días de asueto, luego de que por dos años consecutivos el COVID-19 no dio chansa, y este 2022 al menos un respiro dio.
Desde temprano con sus paraguas, sillas y los alimentos preparados, sin dejar de lado las bebidas, una a una las familias comenzaron a llegar a las playas de su preferencia. Repletas cada una, se repite la escena lo mismo en Cerritos que hasta Olas Altas, sin dejar sentida la playa de Pinitos o Norte. La franja turística es el punto centro de los jóvenes, de sus padres y con hijos, y los caminos, todos, llevan a disfrutar del mar y escapar del calor intenso que este Viernes Santo se siente.
Aurigas, pulmonías, zafaris, touribuses, todos, son ancla también para el paseo de los visitantes, que permiten conocer un rincón de Mazatlán.
Del Monumento a la Vida, a la Cueva del Diablo. Del mirador fotográfico en Valentinos, hasta la Sánchez Taobada, o del Pescador a la Pulmonía, son también los atractivos para captar la imagen del recuerdo, que vienen a disfrutar de Mazatlán.
Restaurantes con clientela, comensales haciendo filas largas en espera de consumir un rico platillo típico, jóvenes que han roto su sana distancia y aprovechan para mostrarse su amor con un beso y darse el apretón también, se observan en el Malecón.
El Viernes Santo deja al descubierto la pasión por la diversión, el sacrificio de dejar la mortificación de lado, y la entrega toda, para relajarse luego de dos años de pandemia que causó encierros y distancias, hoy, como dijera el corrido, en Mazatlán, aquí la vida se pasa sin llorar.