Guasave, Sin.- Hubo un raite y don Jesús salió a las 6:00 horas de Caimanes, lo dejó en la plazuela de la biblioteca pública y se fue; él tiene 86 años, para las 9:00 horas que abrieron el punto de pago le dijeron: “No le toca, vuelva después”.
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De esas historias se escribieron muchas este viernes en Guasave, desde aquel profesor físico-matemático de andar pesado y lento, que preguntaba por qué no le avisaron de su pago si la letra del apellido pasó desde el lunes, hasta el viejecito de casi 90 años que es sostenido por su hija y su esposa, apenas si puede andar pero nadie más podía cobrar por él, era obligatorio que fuera.
“Ayer me dijeron que me presentara hoy, soy de la letra G”.
“A mí también, me están llamando de ayer y ahora me dicen que me vaya y que me venga mañana, a las 6 de la mañana me vine y se fue el que me trae y me dejó aquí”, lamentable el hombre recostado en la barda.
“Hay que aplicar el criterio” le decía un Servidor de la Nación a otro más joven, cuando le pedía que evitara toda costa dejar pasar a alguien más allá de la cinta amarilla de precaución. “Todos te van a inventar algo otra querer pasar”.
“Nosotros llevamos un horario pero tienen que respetar las formas, yo sé que todos los adultos mayores en su mayoría están enfermos pero créame que no es nada fácil, en una hora o dos horas la van a estresar, y que acá y que allá, es que usted no ha vivido esa experiencia”, justificó.
Es el tortuoso trajinar de los adultos mayores, de la tercera y cuarta edad, a los que mes con mes hay que llevarlos a cobrar su apoyo, ese que “les devuelve la juventud”, como les dijo otra funcionaria pública que atendía al contingente, pero que les quita antes hasta la última gota de energía que tenían.
