Culiacán, Sinaloa. El reloj marcaba apenas las 6:50 de la mañana cuando el movimiento comenzó. La avenida Ignacio Aldama, todavía medio “dormida”, se llenó de sirenas apagadas, chalecos reflejantes y miradas concentradas.
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Desde salidas estratégicas del antiguo Hospital General de Culiacán “Dr. Bernardo J. Gastélum” comenzaron a salir, uno a uno, los primeros pacientes en camilla. Era el inicio de un operativo logístico sin precedentes para el sistema de salud en la capital sinaloense. Uno que será recordado por generaciones.
Así comenzó el traslado de los más de 80 pacientes que serían trasladados paulatinamente al nuevo Hospital General, ubicado sobre la salida a Imala.
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A bordo de casi 20 ambulancias, los primeros en partir fueron los más graves. El protocolo fue preciso. Con apoyo de casi 300 elementos de distintas corporaciones, el operativo se ejecutó con una coordinación que, en palabras simples, funcionó como reloj suizo.
La ruta estaba trazada desde Aldama, pasando por Ciudades Hermanas, Jesús Andrade, Constitución, Aquiles Serdán y el puente Morelos, hasta incorporarse al bulevar Diego Valadés —el llamado Malecón Nuevo— y finalmente tomar la carretera a Imala. Cada tramo de ese trayecto fue cuidadosamente vigilado.
Las motos de tránsito abrían camino. En cada esquina, un agente vial detenía a los vehículos, incluso si el semáforo marcaba verde de manera permanente mientras la caravana se abría paso. La prioridad era clara dejar pasar a la vida. A esas camillas que, cargadas de humanidad, cruzaban la ciudad rumbo a una nueva oportunidad de atención médica.
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Durante todo este sábado, la escena se repetiría. Ambulancias circulando por las calles con dirección fija.
Al fondo, la estructura moderna del nuevo Hospital General esperaba con salas limpias, equipos nuevos y personal listo para recibir a sus nuevos inquilinos.
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La ruta de regreso también fue meticulosamente pensada. Desde la salida trasera del nuevo hospital, las unidades tomaron la calle Josefa Ortiz de Domínguez, siguieron por una vialidad sin nombre, luego el bulevar Diego Valadés, avenida Álvaro Obregón, puente Miguel Hidalgo, nuevamente la Álvaro Obregón, el bulevar Gabriel Leyva Solano y, finalmente, la calle Aldama. Un circuito diseñado para no saturar las vialidades centrales, pero, sobre todo, para respetar el ritmo de una ciudad que despertó con un operativo que combinaba logística, salud y humanidad.
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El tránsito fue generoso, la ciudadanía también. No hubo embotellamientos significativos. Culiacán se comportó a la altura, comprendiendo que el paso de cada ambulancia era una escena histórica y, al mismo tiempo, profundamente humana.
La recomendación sigue vigente otorgar el paso a las unidades de emergencia que no es solo una obligación, sino un gesto de empatía. Hoy más que nunca, dejar pasar a una ambulancia es decirle al otro tu vida importa.
