Guasave, Sin.- Un viaje a Canadá fue el parteaguas para que le hiciera saber a su familia cuál era su decisión, su generosidad no tenía límites, era un ser de luz que siempre pensó en el prójimo, por eso al llegarse el momento, no había nada decidir, solamente cumplir su voluntad, dijo Cristóbal, hermano de la doctora Miriam Nava Cervantes, quien es ahora un Héroe de vida.
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Entrevistado posterior a los funerales de la pediatra acaecida el pasado viernes en la Ciudad de México víctima de un aneurisma que le provocó muerte cerebral, uno de los familiares de la mujer que reflejó su vida en el servicio a los demás, la devoción a Dios, a sus obras y a seguir el ejemplo de aquellos mártires que hoy han sido canonizados, dijo que ahora les queda aprender la lección que les dejó.
“No fue propiamente una decisión nuestra, era una decisión de ella, un ser que quiso servir a los demás, ella desde muy chiquita tuvo en su adolescencia un viaje a Canadá y antes de irse dejó un testamento, sencillo de un niño, decía que ella quería eventualmente donar sus órganos, lo sacamos ahora en estos días pero también su voluntad estaba expresada, fue una persona generosa, siempre amante de la vida, fue una lección que ella nos dio a nosotros, el mérito es cien por ciento de ella, para esas personas que ya estaban al borde de la muerte y que ahorita están llena de vida otra vez, Miriam va a seguir viviendo en otras personas”, expresó.
Como familia dijo que están llenos de gratitud por las muestras de amor que desde el momento en que la doctora Nava enfermó empezaron a llegarles, incluso, en aquel momento en que se requería de una aportación económica que voluntariamente se reunió en tiempo récord para que ella fuera trasladada en ambulancia aérea a la ciudad de México, gasto que afortunadamente no requirió.
Hoy les queda la paz que les llega a través de familiares de personas que ya han recibido los órganos de Miriam y que tienen una esperanza de vida, un gran milagro, como la que ella daba al recibir a los bebés tras un parto.
A su hermana le quedó pendiente erigir un altar para Joselito, el santo mexicano más joven canonizado en el 2016 a quien cada año iba a visitar con su familia en Sahuayo, Michoacán y que ahora será tarea de quienes se quedan no sólo para cumplir su voluntad sino para proteger a sus tres hijos.