Culiacán, Sinaloa.- Don Tomás Alarcón Rubio tiene más de 25 años prestando sus servicios como sepulturero en el Panteón Civil de Culiacán, y con nostalgia reconoce que está pasando una “vida perra” al estar cavando su propia tumba provocada por el COVID-19.
Admitió que esta labor tiene altas y bajas, pero nunca pasó por su mente ver cerrado este lugar el Día de las Madres por una pandemia que ha matado a mucha gente en el mundo, y que en Sinaloa ya supera las 200 víctimas.
El 10 de mayo es una fecha que esperan con mucho anhelo sus compañeros porque se puede comparar con el Día de Muertos, en esta ocasión los preparativos empiezan desde el mes de abril con la limpieza, pintura, remodelación y construcción de nuevas capillas, pero hoy nada más los recuerdos quedan de esa bonanza económica que los “alivianaba” para llevar el sustento a sus familias, dice con tristeza don Tomás.
Puso como ejemplo que ellos por ser trabajadores permanentes solo pueden pedir cooperación por los servicios ofrecidos en este día, lo cual les dejaba ingresos hasta por 400 pesos, mientras los que ingresan de fuera se llenaban las bolsas hasta por más de mil pesos, ya que cobraban caro por acarrear el agua y limpiar las lápidas.
Con voz entrecortada, dijo que tiene una hija enferma y por la falta de dinero para curarla y llevar comida a casa, ha pensado en quitarse la vida, y ahora para “acabarla de amolar” con la noticia que del día 8 al 11 de mayo se cierran los panteones en Sinaloa para evitar la propagación del coronavirus entre las personas que asisten a dejar flores, veladoras, imágenes religiosas y música a su ser querido que se adelantó en el camino.
“Nombre, oiga, estamos pasando por una ‘vida perra’, y aparte tengo una hija enferma que tengo que llevarla a México y pues sin dinero. No oiga, está triste la cosa, a mí a veces que me dan ganas de echarme al agua por ahí, porque se están riendo de uno la verdad”, externó.
Son nueve compañeros que trabajan como independientes en el Panteón Civil de Culiacán, algunos desde hace 30 años, pero nunca habían vivido una crisis de desempleo como esta, ya que desde hace dos meses casi todos los cuerpos los están cremando por el COVID-19, además, esto se suma a la represión que inició la administración municipal del alcalde Jesús Estrada Ferreiro, donde los responsables del camposanto les han negado los entierros para favorecer a gente sindicalizada y de confianza, acusó.
Para no perder sus derechos, todos los días hacen guardia en la puerta del cementerio, que, por cierto, ya no tiene espacio, y se tiene un promedio de un entierro al mes, incluso hablando con sinceridad, admitió que ya ha pensado en robar para sobrevivir.
“Está muy triste ahorita la situación amigo, demás oiga, la verdad ya no sabemos qué hacer, ya soñamos que termine la pandemia porque vamos a tener que robar, porque ¿qué vamos a comer si no tenemos trabajo?”, renegó.
Finalmente, confió que esta mala racha pase pronto y todo regrese a la normalidad, donde todos tengan dinero para llevar el alimento a sus hogares.
