Culiacán, Sin.- Las últimas muertes dolosas en Culiacán han puesto en pausa a la Muerte una semana, siete días que mantienen en suspenso al municipio.
Las de Jacinto de carro a carro en la carretera Culiacán-Tepuche o la Martín el plomero en la colonia Guadalupe Victoria, homicidios perpetrados en la madrugada de marzo 24 y descubiertos con las primeras luces del alba dominical.
A Jacinto, de Badiraguato, lo sorprendió la muerte cuando viajaba de copiloto en una camioneta doble rodado tinta con, al parecer, placas sobrepuestas de un vehículo con reporte de robo.
Las balas marcaron su final.
A Martín el plomero, de Culiacán, cuando pepenaba botes de aluminio al oriente de la ciudad. Al pepenador primero lo pasaron a cuchillo y después lo atropellaron.
La de Martín es, para quienes lo conocieron, una muerte inexplicable. Se granjeaba el aprecio de la gente con su mansedumbre, de ahí la extrañeza de su homicidio.
La de Jacinto o la de Martín el pepenador, o las dos, puso pesar en la Muerte quien, avergonzada, arrumbó la guadañana en las ignotas tinieblas de la vida.
Los que saben tendrán su explicación para esta quietud, esta paz que asombra, la insólita tranquilidad que ha sorteado el homicidio doloso en estos siete días de una primavera que recién comienza:
Los grupos en disputa firmaron una tregua o armisticio para deponer las armas, que no los desplantes de poder. Porque el poder de los que mandan se manifiestan de continuo.
He ahí la descarga de metralla que aderezó el cortejo fúnebre de la avenida Revolución, en la Guadalupe Victoria, el 28 de marzo en la mañana.
Los que gobiernan tendrán su versión de esta “semana blanca” en homicidios dolosos, y la atribuirán a la coordinación y estrategias de seguridad de los tres niveles de gobierno.
Ha transcurrido una semana en la que Culiacán no se estremece con la muerte dolosa; siete días y siete noches de una paz insólita, de una increíble calma; 168 horas en las que una vida no se ciega por el odio y en las que unos padres, un esposo o unos hijos no derraman la vida en lágrimas nacidas del dolor…
