La llegada de Marco Alonso Verde a su natal Mazatlán provocó un tsunami de emociones, de fiesta, de alegría, pero también de oportunistas que se colgaron de la medalla del sinaloense tras paralizar a todo un país por su actuación en los Juegos Olímpicos de París 2024, en Francia.
Todos los recibimientos y homenajes de los que ha sido objeto en la última semana son más que merecidos. El joven boxeador trabajó, no semanas, sino meses y años, para cincelar su nombre en la raquítica, pero sustanciosa lista de deportistas mexicanos, que han sido medallistas en la máxima fiesta cuatrienal en el mundo.
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Verde está viviendo un sueño del cual no quisiera despertar. Es algo muy natural cuando se alcanza la gloria, pero también la fama. Desde que desembarcó en México luego de esa travesía de regreso al país, la cascada de reconocimientos para el ahora hijo pródigo del puerto de Mazatlán y de Sinaloa son interminables.
Los premios en económico y de especie afloraron con su medalla de plata. Y siendo sinceros, algunos se quedan muy cortos en cuanto al valor de esa presea que le costó esfuerzos, lágrimas y continuas ausencias de su casa con concentraciones y participaciones en otros países con culturas y estilos de vida diferentes.
En múltiples videos que inundaron las redes sociales vi cómo hubo personajes que aprovecharon el momento para la clásica foto del recuerdo. Aparecieron en la escena infinidad de ellos, pretendiendo hacer creer que aportaron un granito de arena en la conquista de tan importante medalla.
Leí que el Ayuntamiento de Mazatlán le otorgó, junto a su entrenador Radamés Hernández, un incentivo económico, con el agregado de que un Centro Comunitario en proceso de construcción dentro de la Unidad Deportiva Benito Juárez llevará su nombre.
Se trata de un Programa de Mejoramiento Urbano al que se le invertirán unos 200 millones de pesos que constará (en el de la Juárez) de cuatro edificios para centro cultural y de artes escénicas, foro al aire libre, gimnasio con área de pesas, un dojo, gimnasio para artes marciales, espacio para boxeo, etcétera.
Es una acertada decisión que permanecerá a perpetuidad y un legado importante, del calibre del gimnasio “María del Rosario Espinoza”, la medallista dorada guasavense quien se convirtió en la primera deportista sinaloense en subir al podio en unos Juegos Olímpicos.
Sus nombres ya quedan a perpetuidad gracias a esos logros con escenarios dignos, y no tan ofensivos como el asignado a Julio César Chávez, quien con justa razón alguna vez manifestó su molestia cuando bautizaron con su nombre una bodega en el interior del Parque Culiacán 87 que en contadas ocasiones ha servido para un evento deportivo.
¿Acaso no merecía Chávez que el Parque Revolución (ahora Juan S. Millán) llevara su nombre?