Sabes algo, amigo lector, en lo que fue de mayo y durante esta mitad del año, la cartelera de películas para las salas de cine mexicanas que se supone nos meterá de lleno a la temporada veraniega donde esta vez nos prometen la llegada del brazo fuerte de las cintas y los mejores títulos a partir de posteriores fechas me hizo darme cuenta que solamente hubo pocas veces en que he frecuentado a las salas de cine, haciéndome pensar que mis idas a las proyecciones ha estado en una constante baja al que frecuentaba antes. Una tristeza, en verdad. Pero a cambio, siempre encontraba alternativas como el streaming, pues ahora varias productoras lo consideran una opción de lanzamiento, mientras otras siguen apostando a la experiencia de exhibición en salas de cine, no tanto como defiende Martin Scorsese, sino con la expectativa de continuar beneficiándose del éxito de taquilla por un tiempo más antes de su eventual aterrizaje al terreno digital.
Sin embargo, a pesar de que hay películas bastante interesantes que siguen estrenándose en las tradiciones salas, en México muchas distribuidoras la descartan o simplemente hay títulos que no llegan a ciertas regiones con base a estudios mercadológicos respecto al público en cada área, afectando incluso al asunto de los idiomas, donde las proyecciones de películas subtituladas cuentan con poca disponibilidad de acuerdo a funciones y horarios, a comparación de las dobladas que predominan.
Es en este escenario que en este mes me desistiera varias veces de la idea de ir al cine, pero al menos podía contar con otros medios para seguir viendo películas, al llevar un sabor amargo de lo que resultó ser la oferta del catálogo de cines durante el mes.
Increíblemente, y a petición de una amiga y lectora, quien me preguntó uno de los estrenos que al día de hoy sigue resonando con bastante fuerza a pesar de haberse lanzado a principios de mayo pero que tardé en verla hace una semana, fue una película que no podría dejarme más que encantado y pasando a ser inmediatamente en mi película favorita sobre uno de los géneros cada vez más decadente frente a una industria aplastante y reconocida por su cadena de historias de fantasía, aunque semejante a un parque de atracciones no deja de ser entretenida aun con sus defectos.
Así es, estoy hablando de “Los Guardianes de la Galaxia Vol. 3”, quizás una de los mejores trilogías de héroes realizado por la mano de James Gunn para esta enredosa línea temporal multiversal del Universo Cinematográfico de Marvel a través de los años con un estilo muy fresco, juguetón entre personajes y situaciones tan características tanto del UCM y de la famosa pandilla de sujetos extravagantes pero cautivadores, acompañado de la fiel música pop y rock de una década a otra (hasta convertirse en una personalidad de la franquicia de “Guardianes” y recurso narrativo).
Recordemos que para los superhéroes del cine, todos ellos han tenido una mala racha desde el año pasado, sobretodo los últimos títulos de Shazam y Ant-Man, los cuales mostraron una evidente falta de “chispa” o espíritu que les dificultaron elevar el vuelo en sus aventuras y venta de boleto, luego del momento culminante que representó al menos para la serie de Marvel y las Gemas del Infinito como el clímax de historias fundadas por 10 años. Sin mencionar el punto más bajo que sufrió Warner con su universo cinematográfico de DC, conservando una esperanza de mejorar su rumbo en los siguientes tiempos debido a la dirección de James Gunn al ser co-ejecutivo de estos superhéroes. Es así que, en la tercera y última entrega de Guardianes de la Galaxia, Gunn nos enseña lo que es dar un final conmovedor y agradable; una maravilla de un solo éxito hecha para los fans.
Y es que a pesar de ser un final para la trilogía, esto no se siente como un adiós en el sentido más estricto de la palabra, sino un parteaguas de nuevos comienzos para sus personajes después de volverse a encontrarse cada uno junto a un propósito a seguir en sus vidas. Después de todo, la historia parte con una canción acústica de Creep de Radiohead, donde nos deja una sensación en que los personajes parecen estar en un punto muerto, como si se hubieran entregados a la deriva del mar y esperando a que el viento solo los lleven al sitio que sea, generándonos melancolía hacia ellos. Al mismo tiempo, los hartos y sin motivos claros acerca de proseguir con el día a día, pues James Gunn ya nos señala el tono que tendrá la cinta y este viaje de búsqueda de sí mismo, superación e identificación personal.
Aun si nos presentan a unos Guardianes menos divertidos a diferencia de anteriores volúmenes, todavía están dispuestos a ofrecer destellos de alegría al que esta familia nos tienen acostumbrados. En Knowhere, una base espacial creada en la cabeza cortada de un celestial, Peter Quill (también conocido como Star-Lord e interpretado por Chris Pratt) se halla en luto por la muerte de Gamora (Zoe Saldaña) que sirvió de sacrificio para Thanos en su objetivo de reunir las Gemas del Infinito, al igual que nos introducen en los recuerdos del traumático pasado del mapache Rocket (al que pone voz Bradley Cooper), estrella de la cinta. Mientras que Nebula empieza a tomar un sendero de liderazgo en la comunidad, distinto al de una asesina en el ejército de Thanos, y el cuestionamiento de propósitos que se hace Mantis (Pom Klementieff) en compañía de Drax (Dave Bautista).
Esa inquietante tranquilidad es interrumpida de una explosiva escaramuza inicial por la entrada de Adam Warlock (Will Poulter), un ser dorado con poderes y poca inteligencia, intenta secuestrar al mapache pero lo termina hiriendo de gravedad y a las puertas de la muerte durante la pelea con los Guardianes. Sus amigos intentan salvarlo, solo que descubren un dispositivo en el interior de Rocket que lo matará si alguien lo opera, pero si no lo hacen, perderán a su compañero en unas horas. Una señal de que hay alguien que no quiere que nadie ponga los dedos a su “pertenencia”, como si fuera la marca de un fabricante. Eso nos establece que la trama de la cinta es una de origen de personaje brutal mediante múltiples flashbacks en una carrera contra el tiempo por curar a Rocket y encontrar al sujeto que experimentó con su amigo, que es el Alto Evolucionador como el villano de la última cinta. Para este personaje Gunn decidió adaptarlo como un sujeto con complejo de mesías y personalidad narcisista y trastorno obsesivo-compulsivo bajo el afán de crear una raza perfecta que habite en mundos utópicos alterando genéticamente a otros seres vivos, engañándolos con falsas esperanzas en su ambición desmedida.
En una película de dos horas y medio, James Gunn realiza una carta de despedida para Disney/Marvel que refleja el profundo afecto que el director siente no únicamente al conjunto ficticio, sino hacia el equipo de actores y producción involucrados en su proyecto profesional como cineasta más relevante de su carrera desde que escribió los primeros Guardianes de la Galaxia en 2014. Esto junto a un subtexto que implica a la aceptación de uno tal cual somos y el amor de otras personas, además de aprender a dejar ir a las relaciones y ver quiénes son realmente, pues como dijo Gunn en una entrevista: “todos somos parte de este universo, y cada vida tiene un propósito, un significado y es digna de respeto”.