El bochornoso y denigrante sainete escenificado en el Congreso del Estado esta semana pinta de cuerpo entero a un órgano que lejos se ubica de estar integrado por una mayoría de hombres y mujeres que se apeguen a elementales principios y valores éticos en el desempeño de la delicada función conferida.
Desalienta reconocerlo, pero en estos ocho meses en funciones de la actual legislatura estatal los escándalos, desencuentros, la desorganización y el caos han sido las principales constantes.
Grave para uno de los poderes que es el responsable de aprobar las leyes que nos deben regir a los sinaloenses para convivir como sociedad en un ambiente de concordia. Si no lo logran esas cuatro decenas de ciudadanos privilegiados en su propio espacio, poco edificantes y nada justas deben ser, entonces, las normas que de ahí salgan a implementarse en el exterior.
La acusación ahora contra una diputada panista de sobornar a un compañero morenista para que votara a favor de una iniciativa de un gobierno priista no es cosa menor.
El señalamiento, llevado a la más alta tribuna del estado, establece que a Florentino Vizcarra, un diputado de Morena de bajo perfil, se le entregaron 300 mil pesos en efectivo para que votara a favor del Presupuesto de Egresos enviado por el ejecutivo, cantidad que el propio legislador afirma regresó después, al que también presuntamente dentro del recinto legislativo lo habrían amenazado de muerte.
Lamentable y desagradable el hecho desde cualquier arista.
Grave, si efectivamente eso sucedió, porque nos mostraría al Congreso del Estado convertido en un tianguis de vil intercambio mercantil de favores por dinero y como espacio de intimidación mortal.
Convenciera actitud, también, si un asunto tan delicado se destapa cinco meses después de sucedido, solo para desactivar una propuesta opositora calificada como oportunista y selectiva, que pudo serlo, y no haberlo hecho puntual y formalmente en el momento que se conoció.
Indigno, además, si esto es falso, porque entonces estaríamos viendo a legisladores que, debiéndose apegar invariablemente a la verdad en estricto respeto a su propia investidura y al del mandato popular que los ha llevado a tan honroso espacio, mintiendo desvergonzadamente en aras de salvaguardar sus intereses personales o partidistas.
¿Estos son los diputados que nos merecemos los sinaloenses? Si no son los que merecemos, sí son los que mediante nuestro voto llevamos a tan importante posición.
¿Esto es lo que pretendíamos los ciudadanos sinaloenses que los elegimos libre y democráticamente? Posiblemente no, pero ahora eso lo que tenemos.
Debe salir desde el propio Congreso una voz responsable, inteligente, que les diga a todos que hay estándares de cortesía, veracidad y respeto a los que se deben sujetar, porque sus posturas corrientes e irresponsables demeritan el quehacer legislativo y a ellos mismos los hace indignos de estar donde están.
Y que no se exalten, nos cuestan mucho y como ciudadanos esperamos mejores cosas de ellos. Empiecen por marcar la diferencia.