Se escuchó el himno nacional de México por primera vez en París, Francia. Y no fue un atleta convencional quien nos hizo emocionarnos, sino una guerrera de nombre Gloria Zarza Guadarrama quien capturó lo que ningún otro deportista de nuestro país pudo hacer en las Olimpiadas de verano: la medalla de Oro.
La capitalina triunfó en lanzamiento de bala sin tantos reflectores, sin sentir esas buenas vibrar de todo un pueblo que se supone debían estar atentos a su actuación en la etapa final. Ella no paralizó el país como lo hicieron las arqueristas, clavadistas y el mazatleco Marco Verde.
Y no fue así, no porque sus posibilidades de ganar no orbitaran en la esperanza que emana un deportista de alto rendimiento. Lo de ella pasó desapercibido para muchos por la sencilla razón de que su presea se ganó en unos Juegos Paralímpicos, evento al que pocos, muy pocos, le brindan una total atención, cuando nada ni nadie tendría por qué diferenciar una competencia de otra.
Los atletas paralímpicos compiten con el corazón, con emoción, con el deseo de llamar la atención para decirle al mundo que no son diferentes, que su discapacidad no la eligieron ellos, pero también con un extraordinario mensaje de que, aún y sus problemas, saben luchar y representar a México.
¡Gracias Gloria, porque con tu actuación hiciste pesar tu nombre, alcanzando la Gloria olímpica!
La mayoría de los atletas convencionales van a la fiesta cuatrienal con otra mentalidad; la de mejorar sus marcas personales y terminar en el top ten, porque del resultado, no importa si va asociado con una medalla, les permite mantener una jugosa bolsa mensual como beca.
A los paralímpicos las mismas autoridades del deporte los etiquetan diferentes desde el momento mismo en que seleccionan los presupuestos, los cuales, por cierto, tienen un rango de cobertura más amplio. Los convencionales van a fogueos, campamentos y reciben una atención muy especial, siempre y cuando no haya despotricado contra la máxima autoridad o contra un mal gobierno, como los muchos que han existido en México.
Los paralímpicos nos han puesto la muestra en los últimos años de cómo ganar medallas, pero aun así los convencionales siguen partiendo el pastel y llevándose la mejor tajada.
A eso súmele el negocio que para los patrocinadores de unos Juegos Olímpicos representa. Para ellos no resulta tan atractivo invertir en publicidad a unos Paralímpicos, porque allí no se concentran las grandes figuras de la NBA, del Tenis y Futbol Soccer, solamente por citar algunas disciplinas.
Yo le llamaría una completa discriminación y falta de respeto para quienes, repito, compiten con el corazón. Pero, en fin, es una historia que seguro continuará por los siglos de los siglos.