Es deseable que quienes hacen las normas que nos rigen como sociedad, y aquellos que se encargan de hacer que las respetemos, tengan la mayor cantidad de virtudes posibles.
Es lo deseable, pero no siempre es así. Entre quienes inician en las alcaldías y como miembros de la nueva legislatura de Sinaloa, los hay con cualidades, pero también con notables defectos, que prevén serios problemas en el desempeño de sus funciones y, lo peor, por la relevancia de sus decisiones, con impacto en la sociedad.
Dos ejemplos, aunque pueden citarse varios de los nuevos alcaldes y diputados, como botones de muestra.
En Culiacán el presidente electo, Jesús Estrada Ferreiro, en un claro despropósito para satisfacer su ego, cierra la principal arteria vial de la ciudad, la Obregón, provocando un tremendo caos vehicular y perjuicios al comercio, los servicios y a los ciudadanos en general, sólo para realizar su masivo acto de toma de posesión con miles de personas como escenografía.
Bien pudo hacer un evento más sobrio y austero de asunción en un recinto amplio, digno y funcional, sin generar tanto daño y sin enviar en su primer acto oficial tan ominoso mensaje a los ciudadanos que gobierna.
En el Congreso del Estado, el presidente de la mesa directiva, Marcos Almaral Rodríguez, dijo a un modesto empleado que quedó en el centro de una bochornosa trifulca entre legisladores: “Lo hago responsable de tomarse facultades y atribuciones que le corresponden a esta mesa directiva. Vamos a cambiar de personal porque no pueden estar a las órdenes de la fracción del PRI”.
¿Pero qué necesidad? Insultante, innecesaria y peligrosa amenaza, ante el tremendo poder que ostenta uno y la fragilidad del otro como ciudadano desde su espacio laboral, que pinta de cuerpo entero el nivel de un importante actor político incrustado en uno de los poderes fundamentales del estado.
Nada bueno se puede esperar de quien desde el poder así concibe sus atribuciones y así muestra su respeto a quienes están muy por debajo de él en el escalafón del poder, sin no rectifica conductas.
Los hechos, éstos y otros, muestran un triste espectáculo de quienes han emergido de un ejercicio democrático gracias a una extraordinaria participación ciudadana, de votantes cansados de la prepotencia y de los excesos de los anteriores, en los que hoy los electos incurren y hasta rebasan.
Acaso no tendrán cerca a alguien que les diga que lo que los votantes dijeron en las urnas el 1 de julio fue que querían en el gobierno a hombres y mujeres alejados de la arrogancia, de la prepotencia, del culto a la personalidad, honestos a toda prueba, prudentes y con los valores y la firmeza como para que el poder no les obnubile sus mentes.
Es necesario que privilegien la prudencia en su actuar y en su decir, para que no generen más encono y provoquen daños innecesarios.
Pueden voltear a ver a actores políticos que, por encima de ellos, producto de la misma alianza que los llevó al poder, asumen posturas sensatas y prudentes. Ahí están los casos de Rubén Rocha e Imelda Castro, e incluso el del alcalde de Mazatlán, Luis Guillermo Benítez.