Hace unas semanas Marko Cortés, presidente nacional del PAN, hacía un llamado a “destruir los libros de texto gratuitos” que serían distribuidos por la SEP en este ciclo escolar por estar “cargados de ideologías políticas”. Asociaciones de padres de familia en diversos estados del país y comunidades indígenas en Chiapas hacían lo propio. Los primeros judicializando el reparto vía el amparo y los segundos, prendiéndoles fuego en hogueras públicas porque en sus páginas -según sus creencias- se enseñaban cosas “del diablo” como el “lesbianismo”, “el homosexualismo” y el “comunismo” -cito textual, lo publicado por Carlos López en el periódico El País-.
En un par de días el asunto dejó de ser de interés pedagógico y se instaló en una turbia discusión de intereses políticos. Saltaron a los medios de comunicación “nuevos expertos en enseñanza” que por un lado criticaban severamente los contenidos calificándolos como los “peores libros en la historia del país”, o los defensores ciegos que veían libros llenos de virtudes y modernidad en el marco de la llamada “nueva escuela mexicana”, el proyecto educativo de la cuarta transformación. Nos llenamos de eruditos.
Circularon por redes sociales informaciones falsas en los dos sentidos, sin reflexionar en la veracidad de los mensajes, padres de familia y algunos medios de comunicación eran presa de “fake news” que intentaban sostener las posturas a favor o en contra. Nadie se daba el tiempo para detenerse a hacer un análisis objetivo y puntual, página por página, de los contenidos de más de 300 millones de libros que serían repartidos en cuestión de días.
De pronto, en plena guerra de declaraciones, salieron gobernadoras y gobernadores -o algunos funcionarios- de Jalisco, Chihuahua, Coahuila, Aguascalientes, Guanajuato, Estado de México, Querétaro y Yucatán, a decir que en sus entidades federativas los libros de texto no se repartirían. Era el punto más álgido en el debate de los “endiablados” libros.
Este lunes comenzó el ciclo escolar y como sucede en estos casos, pasada la controversia mediática, los libros se repartieron. En Guanajuato, Estado de México, Querétaro, Jalisco y Yucatán, no obstante lo declarado por sus gobernadores, los libros llegaron a manos de los estudiantes. En Coahuila y Chihuahua trabajarán con los libros del año pasado.
Ante el mundo de incongruencias, descalificaciones, verosimilitudes y falacias que rodearon la discusión mediática del tema. La Universidad de Guadalajara hizo un esfuerzo exhaustivo para la revisión de los contenidos desde un grupo plural e interdisciplinario conformado por 42 académicos, verdaderos expertos en docencia.
Los resultados son, a mi juicio, el punto más objetivo para entender este asunto sin lodos o sesgos partidistas. Se trata de la opinión de expertos sobre el contenido pedagógico. Se enfocan en la evaluación de eso que será materia de enseñanza en las aulas, y no de aquellos pleitos y declaraciones estériles vertidas desde posturas irreconciliables.
Las conclusiones generales son: 1) Los libros no tienen elementos de erotización, hipersexualización o adoctrinamiento en sus páginas. 2) Existen errores en sus contenidos, que por estar ya impresos no pueden corregirse, pero pueden adjuntarse “fe de erratas” para ser aclarado por los profesores cuando se toquen los temas en el aula. 3) Los libros son elementos que acompañan la labor del docente, pero no son limitantes o excluyentes para el desarrollo de las clases y sus aprendizajes.
En resumen, dice la Universidad de Guadalajara, los libros de texto deben ser utilizados como una herramienta docente entregando un análisis completo de las mejoras, ajustes y correcciones, pero que de ninguna manera deben quedar confinados en bodegas, o peor aún destruidos o calcinados. “Mejor utilizar y actualizar las herramientas donde hay debilidad estructural, con el fin de reforzar con materiales de ciencias, matemáticas, lectura o idiomas”, que pensar en quemarlos, como en tiempos del oscurantismo. Esta disertación del comité de expertos fue la piedra angular para que en Jalisco los libros se repartiesen junto con un cuadernillo elaborado por los propios expertos, que funcionará a manera de “fe de erratas”. Que la ciencia concilie las posturas de aquello que los políticos y sus viscerales pleitos se empeñan en separar. Luego le seguimos.