Al momento

México

Neolengua y violencia

La neolengua, como concepto de George Orwell en 1984, es un lenguaje diseñado para manipular el pensamiento y limitar la capacidad de la gente para cuestionar...

Juan Ordorica. | Analista y columnista Línea Directa.

La neolengua, como concepto de George Orwell en 1984, es un lenguaje diseñado para manipular el pensamiento y limitar la capacidad de la gente para cuestionar o entender la realidad. En el contexto de Sinaloa, un estado profundamente afectado por la violencia del narcotráfico y los enfrentamientos entre grupos criminales y fuerzas de seguridad, la neolengua se usa de manera recurrente por parte de autoridades y cuerpos de seguridad para suavizar o distorsionar los hechos violentos. Al emplear términos vagos, eufemismos o frases que desdibujan la gravedad de los eventos, se busca reducir el impacto emocional y político de la violencia, proteger la imagen de las instituciones y evitar responsabilidades claras.

En Sinaloa, donde los enfrentamientos, ejecuciones y desapariciones son frecuentes, las autoridades suelen recurrir a un lenguaje que minimiza la realidad. Por ejemplo, cuando ocurre un tiroteo entre grupos armados o entre delincuentes y fuerzas de seguridad, los reportes oficiales a menudo hablan de “altercados” o “hechos aislados”. Una masacre en una comunidad rural puede ser descrita como “un evento con víctimas fatales” o “una situación que está bajo investigación”. Este tipo de lenguaje no solo oculta la brutalidad de los hechos, sino que también desvía la atención de problemas estructurales, como la presencia de grupos criminales o la posible complicidad de autoridades locales. Hablan de “víctimas colaterales” para tratar de minimizar las muertes entre la población civil a causa de los fallos en brindar seguridad. Se inventaron el término “Generadores de violencia” para llamar a los delincuentes de otra manera.

Un caso específico es el uso de términos como “levantones” para referirse a secuestros o desapariciones forzadas, que son comunes en Sinaloa debido a las pugnas entre facciones del crimen organizado. En lugar de reconocer estas acciones como violaciones graves a los derechos humanos, las autoridades pueden decir que las personas “no han sido localizadas” o que “se desconoce su paradero”. Esta forma de hablar evade la responsabilidad de investigar a fondo y sugiere que las víctimas podrían simplemente haberse perdido, en lugar de haber sido secuestradas por grupos criminales, a veces con la tolerancia o participación de elementos corruptos de las fuerzas de seguridad. Al hacerlo, se normaliza la desaparición de personas y se reduce la presión para actuar.

Otro ejemplo claro en Sinaloa es cómo se habla de los desplazamientos forzados, que afectan a comunidades enteras cuando la violencia entre cárteles o las operaciones militares las obligan a abandonar sus hogares. En lugar de admitir que estas familias son víctimas de un conflicto armado interno, las autoridades suelen decir que “decidieron trasladarse” o que “optaron por moverse a otras zonas por motivos personales”. Esta narrativa ignora el miedo y la coerción que enfrentan estas personas, y presenta la situación como una elección individual, no como una consecuencia directa de la inseguridad y la falta de protección estatal.

Además, la neolengua en Sinaloa también se refleja en la manera en que los medios de comunicación, a veces presionados o influenciados por el gobierno o los propios cárteles, reportan la violencia. Noticias sobre asesinatos pueden describirse como “ajustes de cuentas” o “hechos relacionados con actividades ilícitas”, lo que implica que las víctimas estaban involucradas en el crimen y, por ende, merecían su destino. Esto no solo estigmatiza a las víctimas, sino que también desvía la atención de la incapacidad de las autoridades para garantizar la seguridad y combatir el crimen organizado de manera efectiva.

La neolengua, más allá de ser solo un recurso lingüístico, es una herramienta de control social que, en el contexto de Sinaloa, también se infiltra en la cultura y el discurso cotidiano, moldeando la percepción colectiva de la violencia. Al usar términos ambiguos o eufemismos, las autoridades no solo evaden responsabilidades, sino que también generan una especie de insensibilidad en la población, haciendo que términos como “levantón”, “baja” o “daños colaterales” se integren al lenguaje común, normalizando hechos que deberían causar alarma. Esta estrategia lingüística, inspirada en el concepto de Orwell, reduce la capacidad de la sociedad para reflexionar críticamente sobre la inseguridad y sus causas profundas, como la corrupción o la impunidad. En Sinaloa, donde la violencia del narcotráfico ha marcado décadas, la neolengua actúa como un velo que difumina la línea entre la verdad y la manipulación, perpetuando un ciclo en el que la población, desinformada o resignada, deja de exigir cambios estructurales frente a la crisis de violencia.

El uso de la neolengua en Sinaloa es una herramienta estratégica para las autoridades que buscan controlar la narrativa sobre la violencia. Al emplear un lenguaje que suaviza, confunde o deshumaniza los hechos, dificulta que la sociedad exija justicia o soluciones reales. Este fenómeno no solo perpetúa la impunidad, sino que también contribuye a que la violencia se normalice en la vida cotidiana, dejando a las víctimas sin voz y a la población sin una comprensión clara de la magnitud del problema. En un estado como Sinaloa, donde la violencia es una constante, el uso de la neolengua agrava la sensación de indefensión y desconfianza hacia las instituciones.

¿Usted qué opina, amable lector? ¿Le gusta la neolengua o prefiere usar las palabras para lo que son?

Fuente: Internet

Fotografía de perfil de Juan Ordorica

Juan Ordorica

Columnista

Juan Ordorica

Ver más

Al momento

Suscríbete a nuestro boletín

Para tener la información al momento, suscríbete a nuestro boletín en el tendrás las últimas noticias de Sinaloa, México y el mundo.