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La vaca de García Luna

Los estadounidenses tienen una frase para referirse a una cuestión a la cual se le quiere sacar el mayor provecho posible: “Milking the Cow” (Ordeñar a...

Juan Ordorica
Juan Ordorica | Analista y columnista Línea Directa

Los estadounidenses tienen una frase para referirse a una cuestión a la cual se le quiere sacar el mayor provecho posible: “Milking the Cow” (Ordeñar a la vaca). Cuando un político encuentra una vaca que ordeñar, le saca hasta la última gota. López Obrador encontró en García Luna una vaca con ubres a reventar.

Ordeñar la vaca de García Luna es sumamente fácil. No necesita mucho esfuerzo. Las gotas de leche se convierten en chorros a borbotones al menor apretón; sin embargo, lo que fácil se obtiene fácil se va.  Ya son muchos los que se están pegando a la ubre. La leche, si bien es abundante, poco a poco comienza a perder el flujo constante. Exagerar en la ordeña puede terminar rápidamente un recurso que pudo durar por mucho tiempo.

López Obrador triunfó políticamente. Apostó por politizar el caso de García Luna. La culpabilidad ex secretario de seguridad entregó al presidente y sus aliados una veta inagotable de narrativas políticas para minar la escasa y minúscula credibilidad de la oposición, específicamente del PAN.

Estoy de acuerdo con López Obrador cuando pide explicaciones a Felipe Calderón. Hasta este momento, Calderón no ha querido hablar del tema. Prefiere mantener su critica al actual gobierno. Para desgracia de la oposición, estas declaraciones sólo enredan más al ex presidente y no abona a construir un mensaje de contra pesos para los opositores. Debería de moderar su protagonismo, pero esto es imposible. Entre López Obrador y Felipe Calderón hacen una perfecta combinación. Los dos se necesitan para seguir construyendo sus historias. Uno sin el otro se queda sin conocer el rumbo de discursos propios.

Para desgracia del presidente López Obrador los triunfos no duran toda la vida. A partir de la condena de García Luna en las cortes de Nueva York se han desarrollado una serie de sucesos que le están agriando la leche de su preciada vaca.

La marcha en defensa del INE demostró que la oposición es más grande que los partidos políticos opositores. Al presidente no le gustó que la alzaran la voz y menos le gustó que le llenaran el zócalo; unos días después se desprendió la controversia con legisladores norteamericanos para declarar terroristas a los cárteles mexicanos y para cerrar con macabro broche de oro, 4 estadounidenses fueron secuestrados por narcotraficantes en Tamaulipas.

La dicha presidencial no duró mucho. No pudo disfrutar en su esplendor los baños de leche que imaginaba; sin embargo, se niega a dejar de ordeñarla. El jueves pasado decidió meter ordeñas artificiales a su vaca. En lugar de dejar descansar al animalito para reponer el líquido, López Obrador decidió industrializar el proceso. Llevó la mañanera al bunker de García Luna y enfocó todas sus baterías en lanzar obuses en contra de su alter ego y complemento político: Felipe Calderón.

Si bien la leche de la vaca de García Luna puede parecer nutritiva, la verdad es que el discurso de culpar al pasado no soluciona los problemas del presente. La inflación se mantiene alta, los narcotraficantes siguen felices por las calles, los pobres aumentan y el sistema de salud no mejora.

Parece que este gobierno vive para ordeñar vacas; no para alimentar a la gente. Hay mucha política y poco gobierno, Ante cualquier crisis en el gobierno, el presidente regresa al establo para ordeñar las ubres de sus adversarios. No tiene otra forma de mantenerse ocupado. Los programas sociales no son suficientes para hacer avanzar al país e, incluso, los datos oficiales demuestran que hay un retroceso en muchos indicadores.

López Obrador tuvo en sus manos convertir en queso la leche en abundancia. Transformar las acusaciones en contra de García Luna en una lucha frontal en contra de la corrupción del pasado. Llevar a los tribunales mexicanos a decenas de políticos ligados con criminales, pero no. Prefirió quedarse con la leche sin procesar. Desperdiciar el regalo de las vacas en su esplendor.

La vaca seguirá dando leche por algunas semanas más. Mientras haya leche, López Obrador puede dar de beber a los incautos. El problema llegará cuando la vaca seque sus ubres. Cuando ya no haya como alimentar a los hambrientos. El último recurso será sacrificar a la vaca. Habrá carne en abundancia, pero esa también se terminará. Es muy triste darse cuenta que tendremos un sexenio que su único logro fue el mamar de las ubres de los ineptos del pasado

¿Usted qué opina, amable lector? ¿Le gusta la leche que el gobierno le da o prefiere que le den queso?

Fuente: Internet

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Juan Ordorica

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