Nos fascina la idea de la democracia. Nos gusta imaginar que vivimos en una sociedad con valores democráticos y despreciamos a todo aquél que impone su voluntad sobre las mayorías… al menos en teoría, aunque la realidad es totalmente diferente.
Sin caer en una clase de historia o desarrollar un ensayo sobre los sistemas políticos que México ha vivido desde sus inicios, podemos tomar como referencia al Siglo XX. Bajo la autocracia del PRI, se construyo un poder absoluto monárquico que se heredaba cada seis años. Los candidatos del PRI eran ungidos presidentes al momento mismo de su registro como candidatos; las elecciones constitucionales eran mero trámite. Así fue durante casi 80 años. Llegó el siglo XXI y con él la alternancia. El PAN gobernó por 12 años para dar paso de nueva cuenta al PRI por otros 6 años y en un nuevo giro de tuerca de la historia, MORENA se adjudica la presidencia y la mayoría de las cámaras.
Sirva el repaso anterior para entender el contexto. En casi todos los años del PRI en el poder, los candidatos de ese partido fueron designados por dedazo. Fue el presidente Zedillo quien decidió dar un paso diferente e impulsó una elección primaria para elegir al candidato del PRI. Esa elección se realizó en 1999 con la participación de Manuel Barttlet, Francisco Labastida, Roberto Madrazo y Roque Villanueva. La consulta fue abierta a la ciudadanía. Las crónicas de la época decían lo siguiente: “Fin del “dedazo” Hasta ahora era el jefe de Estado de turno el que designaba el candidato a la sucesión en un folclórico proceso conocido como el ‘dedazo’. Pero Zedillo (quien hace meses dijo que se había “amputado el dedo”) llamó a los contendientes derrotados a que asuman “los resultados con la misma convicción democrática con que han participado en este proceso”.
La democracia poco le sirvió al PRI. Del lado del PAN, Vicente Fox era llevado a la presidencia como candidato de unidad. No hubo competencia alguna. Fox fue presidente; la apertura democrática del PRI poco le sirvió. Al terminar el sexenio de Fox, Calderón consiguió la candidatura en un proceso semiabierto en el PAN al imponerse a Santiago Creel. Un sexenio después, el PAN repitió el proceso, pero Josefina Vázquez Mota fue derrotada por el candidato de unidad Peña Nieto. Por su parte, López Obrador sucedió a Peña partiendo como candidato de unidad de su movimiento sin mayor dificultad.
En conclusión, Calderón es el único presidente en más de 100 años de sucesiones políticas que pudo llegar a la presidencia partiendo de una elección interna. A los mexicanos nos atrae la idea de la democracia, pero terminamos premiando los dedazos. No hay castigos para las imposiciones. Así lo demuestran los datos; hasta parece, que las competencias internas son maldiciones para quienes las ganan. Los dedazos e imposiciones se terminan quedando con el Poder.
En ese marco, hoy MORENA y López Obrador buscan heredar el poder a uno de los suyos. Existe un simulacro de competencia entre las corcholatas, pero es una competencia simulada. El presidente es un aficionado de la historia. Él sabe perfectamente que las competencias internas abiertas no sirven a la hora de elegir sustituto. Utilizan a las encuestas como un mero pretexto democrático; pero no lo son.
La verdadera encuesta se realiza en palacio. Hasta los competidores entienden que sus esfuerzos deben ser encaminados a convencer al morador de Palacio. Poco o nada de tiempo invertirán en desarrollar propuestas o ideas propias. Sistemáticamente buscarán hacerse presente en la mente del gran elector.
Issac Asimov tiene un magnífico cuento llamado “Sufragio Universal”. La historia trata de las elecciones en Estados Unidos. Nos platica acerca de las campañas que se organizan para todos los cargos de elección popular: desde el presidente hasta el último de los concejales (regidores).Sin embargo, todas las campañas se realizan en una exclusiva ciudad. En esa ciudad, una computadora elige a un ciudadano al azar para hacerle una sola pregunta. La pregunta es desconocida y poco o nada tiene que ver con la política. La poderosa computadora UNIVAC pregunta al ciudadano seleccionado y a partir de la respuesta computa las listas de resultados para todos los cargos en el país. Los políticos consideran que hacer campaña en la ciudad de la persona seleccionada modificará los resultados de la computadora y eso nunca sucede.
Asimov no nació en México. Dudo que conociera el sistema príista, pero atinó en predecir nuestro futuro. Nuestra democracia nos estorba. Preferimos ponernos en manos de un votante universal que es capaz de decidir hasta el último regidor del país. Nuestros dedazos no son digitales, pero podemos computar resultados a partir de encuestas para una sola persona.
¿Usted qué opina, amable lector? ¿La democracia nos estroba?