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La culebra

José definió la duda como una moneda. Tendrá que decidir todo o nada y el temor se le engancha en las manos y titubea. Salta de...

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José definió la duda como una moneda. Tendrá que decidir todo o nada y el temor se le engancha en las manos y titubea. Salta de un lado para otro, su cuerpo desea bailar. Él no es un buen recipiente para el miedo, ha pensado en la mañana, antes de llegar en camión a ver a su candidato presidencial junto a una muchedumbre deforme y sudorosa: lanza la moneda para que la devore el aire y brilla cuando el sol verdadero de la tarde besa el sol falso de una de las dos caras. El águila le permitirá a José correr. Si cae sol, se detendrá y luchará contra Ella, que con ojos amenazantes y habilidad reptiliana lo amenaza ante la multitud. Ella es gorda y turbulenta. Él quiere bailar: De pronto veo venir/ Cerquita de mí/ Yo vi a una culebra/Mirando hacia mí/ Y yo grité: ¡Ay, la culebra! / Y yo grité: ¡Ay, la culebra!

José ha entendido, desde antes de llegar, que ese día habría fiesta con candidato o sin él. Su cuerpo pide bailar, se convulsiona en un torbellino que se deja arrastrar por la música que ensordece los templetes donde los oradores hablaran de política. El candidato de José aun no llega. Aguarda la multitud con estandartes en verde, blanco y rojo. Rojo como la sangre que veremos Cuando José cante: ¡Ay, si me muerde los pies!/ Yo la quiero acurrucar si me muerde los pies/ Yo la tengo que matar

Cuando la moneda atraviesa el aire, José ve pasar un siglo de miedo, de incertidumbre antes de que la moneda caiga al suelo. No importa que baile. La algarabía también se cuece con miedo. La multitud impide a José y no escucha el clamor. Todos le piden que olvide la moneda. Que corra y se ponga a salvo de Ella, que de nuevo amenaza con arrebatarles la tranquilidad. De pronto La gente salió huyendo/ Mirándome enojados/ Toditos asustados comenzaron a gritar: ¡Huye, José! / ¡Huye, José!

El aire se enrarece. Y suena un disparo que acaricia la sangre, el cerebro, el muégano de la vida, la soledad a oscuras. Hay un eco desconocido. Que no se había escuchado jamás, que parece venir desde el centro mismo de un arma. Un sonido relampagueante como una mordida feroz.

En la televisión han dicho que un 23 de marzo de 1994 La culebra sonaba como un presagio de la muerte.

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Fuente: Internet

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Eliud Velázquez Barba

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