En nuestra niñez, nuestros padres, maestros y cualquier adulto que pretendía educarnos nos compartían las famosas palabras mágicas: por favor y gracias. Con estas palabras, nos decían, se puede conseguir cualquier cosa. Pedir las cosas por favor y dar las gracias en las interacciones interpersonales nos evitaban castigos o reclamos de los demás. Algo parecido sucede con la palabra “izquierda”, pero de una manera desvirtuada. Uno puede conseguir casi cualquier cosa en política utilizando la palabra izquierda para justificar la acción más aberrante posible en el servicio público.
La cuarta transformación es muy parecida a los gobiernos del PRI y PAN. En el régimen actual y en el pasado hay corrupción, violencia, ineptitud, nepotismo, etc. La pequeña diferencia es la palabra mágica: Izquierda. Utilizar ese adjetivo es tener patente de corso para no tener consecuencias por ninguna de las acciones mal vistas en el pasado. Hay políticos del PRI y del PAN que hoy militan en MORENA que solo cambiaron de siglas, pero sus actitudes aberrantes se mantienen intactas. Barttlet sigue siendo Barttlet; Guadiana continúa tan priísta como el primer día de su militancia; Alfonso Durazo abraza al poder como lo hacía en los tiempos del PAN; Layda Sansores es la misma política ramplona que fue en el priismo; sin embargo, esos políticos actúan en nombre de la izquierda; en consecuencia, sus pecados son bien vistos.
El gobierno de Calderón vivió una escalada de violencia sin precedentes. El gobierno del panista utilizó al ejército para combatir al crimen. Entregó parte de las labores de seguridad a las fuerzas armadas. En automático, la oposición acusó a Felipe Calderón de militarizar al país: “Gobierno Fascista” le gritaban cada vez que podían. La opinión pública no quería al ejército en las calles. En el gobierno actual la ola de violencia se mantiene. López Obrador entregó muchas más tareas a las fuerzas armadas que el propio Calderón. No hay lugar donde los militares no tengan metida la bota en la administración de este gobierno. Hasta en la Ciencia y Tecnología están presentes, pero las criticas callaron. “Es de que es gobierno de izquierda” dice la opinión pública: en automático, se acepta el Poder de los militares como un aura protectora a los excesos.
Peña Nieto vivió un calvario con la casa blanca propiedad de su esposa. La prensa y ciudadanía clamaron la sangre del ex presidente priista. José Ramón López Beltrán, hijo del presidente suma varias controversias por su estilo de vida. Lo mismo sucede con los hermanos del presidente. Las acusaciones de corrupción en el círculo familiar de la presidencia son constantes. Las pruebas en contra de corrupción de la Casa Blanca de Peña salieron de investigaciones periodísticas de Carmen Aristegui. El gobierno en turno realizó una investigación y determinó que no había conflicto de interés: perros neoliberales corruptos clamó el pueblo bueno. Investigaciones periodísticas, incluidas algunas de Carmen Aristegui, muestran severos conflictos de interés en la actual administración. El gobierno también realizó su propia investigación y, al igual que con Peña, se determinó que no había nada que perseguir: “es un gobierno de izquierda que merecen vivir bien” clamó el pueblo bueno.
Diputados, Senadores, alcaldes y demás fauna de los gobiernos del PRI y PAN eran representados como poco menos que ignorantes, vividores u holgazanes a la hora de realizar sus tareas. Algunos eran caricaturizados por sus expresiones tontas o imágenes patéticas dormidos en sus puestos de trabajo. Muchos de esos mismos políticos y algunos nuevos, pero ahora en las filas de la izquierda morenistas, siguen quedándose dormidos y rebuznando frente a un micrófono con la diferencia que hoy son defendidos como madre en desgracia en contra de cualquiera que haga mofa de ellos.
Son próceres de la izquierda. Nadie debe de molestar su sagrado descanso. La ignorancia es producto del raciclasismo que han sufrido toda la vida. La izquierda vuelve a ser la palabra mágica purificadora.
Del lado de la oposición, las cosas no son muy diferentes. El PAN es un partido histórico de la derecha, pero insiste en utilizar argumentos de la izquierda para tratar de quedar bien entre el electorado. El PRI cada que puede busca salvar su desprestigio diciendo que son una izquierda moderna. De nueva cuenta, buscan la sacrosanta palabra como camino al paraíso del Poder.
La propia sociedad civil y activistas de casi cualquier causa están dispuestos a dejar pasar excesos a los gobiernos mientras sean denominados de izquierda. No importa que se comporten como conservadores de ultraderecha mientras mantengan la palabra izquierda en sus discursos no tendrán mínimos problemas con los protestantes.
En este país, por alguna extraña razón dejamos que la palabra izquierda fuera sinónimo de redención. Las consecuencias desaparecieron por completo mientras la izquierda sea el sello de la acción. Una ideología difusa terminó siendo la clave para el sueño dorado de todos los políticos: impunidad eterna.
¿Usted qué opina, amable lector? ¿Seguiremos perdonando a la marca de la izquierda o cuál será la gota que derrame el vaso?