Culiacán, Sinaloa, 14 de diciembre 2021. Durante la segunda mitad del siglo pasado (tan lejos y tan cerca) el capitalismo dominante intensificó las relaciones entre las naciones, sobre la base del comercio y de las inversiones.
Desde antes de que se decretara la disolución formal de la URSS (el 8 de diciembre de 1991) la estrategia globalizante ya estaba instalada de manera contundente en prácticamente todas partes.
En los países del llamado “Tercer Mundo”, México entre ellos, entonces y todavía, la imposición de alcances globales derivó en lo que se denomina “neoliberalismo”, que es más de lo mismo, con el agregado de una mayor capacidad de maniobra de la empresa privada.
La globalización no es otra cosa que una imposición del capitalismo dominante a escala global, una estrategia que puede ser (y es) sustituida por otra, si así conviene a los intereses de las metrópolis altamente industrializadas (pero en evidente declive social).
Lo que es inconcuso es que la interdependencia está instalada y prácticamente ningún país puede estar al margen.
Es cierto que las relaciones económicas basadas en el comercio y la inversión tienen mucho tiempo de haberse establecido. Lo nuevo de la “mundialización”, que devino en globalización, es el mayor peso que las relaciones mercantiles han adquirido dentro del capitalismo mundial.
EL SUBDESARROLLO QUE NO SE VA
En ese contexto vino el boom tecnológico y, desde la década de los setentas del siglo pasado, es de notar lo que en México se consigna, en 1976, en el Plan Nacional Indicativo de Ciencia y Tecnología (PNICyT).
Se señala, en ese plan, que los países del Tercer Mundo, el nuestro entre ellos, habían sufrido “la acentuación de su subdesarrollo científico y de su dependencia cultural y tecnológica”, lo que se expresaba ya “en el reducido número de científicos de alto nivel… en la imitación creciente de los valores y pautas de consumo de las sociedades opulentas; en la dependencia casi total de las importaciones de tecnología; y en la débil capacidad interna para asimilar, adaptar y aplicar los conocimientos tecnológicos propios” (PNICyT 1976: 143).
Ese diagnóstico es correcto, pero a 45 años de distancia se sigue desatendiendo una realidad
incontestable. En la actualidad, los costos de la dependencia se siguen (y seguirán si las cosas
no cambian) pagando de manera onerosa por el pueblo mexicano.
SIGUE EL CIRCO
Como ya el amansado mundo acepta lo que sea, la OMS arriesga el matiz en sus declaraciones y afirma que “los datos todavía son insuficientes para establecer el nivel de gravedad del cuadro clínico que provoca Ómicron, incluso si por el momento los síntomas parecen ser de ‘leves a moderados’ tanto en el sur de África como en Europa”.
Mientras científicos respetables, de los que no cobran en la OMS, aseguran que ni siquiera una segunda dosis era necesaria y la tercera una clara exageración, las grandes farmacéuticas ya anuncian nuevas vacunas y no pocos medios empiezan a generar los
rumores de una “cuarta ola” (luego vendrán las cuartas dosis, terceras vacunas y décimaola).
Los gobiernos en los países que tienen y pueden gastar sin problemas el dinero de los contribuyentes, promueven la tercera dosis al punto de la histeria (y lo que venga).
En tanto, en Sinaloa, particularmente en Culiacán, lo que privó durante varios días fue un reverendo desmadre en la aplicación del “refuerzo”, la “tercera dosis” o como quiera que se le llame al gran negocio.
Ni modo, con un mundo agachón, el circo, ahora de tres pistas, sigue.
EN EL TINTERO
-La cuarta ¿o quinta? ola ya está aquí: es de la desinformación, la tontería, la promoción del
miedo, el amarillismo y la confusión a sabiendas. Desde la OMS hasta el laboratorio de la
esquina.
-El manso mundo bien puede ir hasta por una vigésima dosis, faltaba más.
-Este escribiente tiene años publicando, en este medio, y también en algunos de los
llamados “nacionales” (de la CDMX, pues) que sin solución alguna (todos se hacen de la
vista gorda) continúa la violación a la Constitución por parte del gobierno en los llamados
“retenes”, mismos que propician la criminalidad en lugar de combatirla efectivamente. Al
respecto, sólo la desvergüenza oficial. ([email protected]).