En 1995, Jeremy Rifkin publicó su afamado ensayo “El fin del trabajo”. Un escrito sobre el determinismo tecnológico, donde con un atribulado pesimismo, marca el final de los días para el sistema laboral que hoy conocemos; inmersos en el contexto histórico de la tercera revolución industrial, donde la informática y la robótica, serán los verdugos de los obreros calificados y mandos intermedios del sector secundario. La marea del desempleo generado por las industrias, no podrá ser contenida por el sector terciario, al no tener la capacidad de generar las estaciones de trabajo suficientes para contener el Armagedon laboral. Sin duda el escenario que Rifkin nos planea nos es muy halagador, más aún, si sumamos que profesiones históricamente estables, también sufrirán los embates de la innovación tecnológica (Médicos, maestros y fuerzas del orden).
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Sinaloa tradicionalmente es un estado cuyo motor económico prioritario es el sector primario (agricultura, pesca, ganadería), transfiriendo la generación del empleo al sector terciario (comercio y servicios). En las señales de los nuevos tiempos, bajo el análisis del ensayo en cuestión, nuestra región necesita apremiantemente visualizar nuevos caminos para la generación de empleo; actualmente Sinaloa ocupa el último lugar nacional en cuanto a nivel salarial registrado ante el Seguro Social. Aunque hay buenas noticias, según los últimos datos publicados por el CONEVAL, nuestra entidad fue de las pocas que mostró una mejor en el combate a la pobreza. Del 2018 al 2020, aun con pandemia incluida, Sinaloa logró sacar al 3% de su población de la pobreza. Esto es un logro muy importante, sobre todo si consideramos que el resto del país generó más pobres (3 millones).
Seguir apostando por las actividades primarias (Agricultura, ganadería, minería, pesca, etc) en el mediano plazo, no sólo seguirá generando empleos de ingresos bajos, sino que a medida que avance la tecnificación del campo, los empleos generados serán cada día menos. El mismo escenario se esperaría para la pesca y ganadería, la tecnología poco a poco desplazaría pescadores y empleados ganaderos, los costos bajos y los altos niveles de productividad alcanzados por la automatización, es algo que no se puede ignorar.
El cuadro pintado para las generaciones próximas parece desalentador, sin embargo, estamos a tiempo de tomar las decisiones adecuadas e implementar políticas públicas para formar destinos menos lúgubres para nuestra juventud. Ese es el reto del próximo gobernador, Rubén Rocha Moya, romper con la inercia de los últimos cinco gobernadores, quienes apostaron por mantener la inercia sin apostar por una revolución de vocaciones económicas que puedan ofrecer alternativas a la cada vez mayor, fuerza de trabajo insatisfecha con sus opciones.
Las plazas de trabajo del futuro estarán concentradas en actividades que prioricen los conocimientos prácticos con herramientas útiles para la resolución de problemas. Según Rafkin, en el mercado laboral del futuro, los puestos directivos altos y obreros de bajo nivel, serán las únicas posiciones sobrevivientes de la tercera revolución industrial, bajo esa premisa, los ejércitos de administradores, contadores y demás carreras administrativas que hoy saturan la oferta de trabajo, se convertirán en fábricas de desempleo y recurso humano sin habilidades prácticas para el mundo productivo del mañana. Sencillamente los avances informáticos tienden a sustituir los procesos administrativos en empresas y gobiernos.
El talento sinaloense debe comenzar a desarrollarse en áreas de conocimientos aplicados, aprovechando nuestras ventajas; incluso podemos explorar vocaciones alternativas donde tenemos talentos innatos, como la llamada economía del ocio: aquí las áreas del deporte y el entretenimiento fungen como grandes generadoras de riqueza. Con disciplina y algo de sentido común, se puede cambiar la forma de enfrentar el futuro. Más ingenieros que hagan máquinas y menos conocimientos dispersos de liderazgo administrativo, pueden ser la diferencia entre una generación sin esperanzas o una generación que construya su propio destino.
El nuevo gobierno de MORENA tiene la gran ventaja de tener como base la política universitaria. Nadie como Rubén Rocha y sus aliados para iniciar una real transformación laboral en el estado, basada y construida desde la formación profesional. En Sinaloa urge romper con la monotonía económica. El mundo de la pos pandemia será de aquellos que comprendan que el regreso al pasado es una opción suicida. El futuro de Sinaloa, hoy más que nunca, depende iniciar un camino inexplorado a nuevos horizontes productivos. Los programas sociales no deben ser la punta de lanza para impulsar una mejor vida para los sinaloenses. Esos programas deben de ser complemento para una meta más ambiciosa. Ya no basta con palear o mitigar la pobreza, llegó el tiempo de dar una batalla frontal en contra de ella. Ahí está la coyuntura, esperemos que exista el talento y la disposición para afrontarla.