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El derecho de nalguear

“Si me quitan el derecho de pegarle a mi hijo, me quitan toda la autoridad que tengo para con él”, fua la expresión de un radioescucha...

Jesús Rojas Rivera
Jesús Rojas Rivera | Jesús Rojas Analista y columnista Línea Directa

“Si me quitan el derecho de pegarle a mi hijo, me quitan toda la autoridad que tengo para con él”, fua la expresión de un radioescucha en la Mesa de Análisis en donde participo como analista. El tema no puede ser otro, la prohibición de los castigos corporales y la entrada en vigor de la Ley por una infancia libre de toda violencia, ha causado opiniones encontradas en Sinaloa.

Lo primero que me llamó la atención del comentario, es que el padre asume que es “suyo” el derecho de pegar. De tal manera que, según su forma de entender la vida, es la Constitucion o alguna Ley, la que le da potestad o faculta plena para “chanclear”, “cuerear” o “nalguear” a sus criaturas según se le venga en gana. Esta visión “adulto-centrista” es la misma que nos lleva a decir barbaridades como; “A los niños hay que pegarles porque no entienden”, “los niños necesitan de chingazos para que no repitan los errores”, “Más vale una nalgada a tiempo, que un sermón mal deletreado”.

Los padres no tenemos “derecho” de pegar, tenemos la obligación de educar, de proveer, de formar y de amar a nuestros hijos e hijas. Nadie fuera del tutor o tutora puede decidir sobre los modelos de crianza, eso es un asunto de la vida privada o intima de las familias, nadie puede decidir sobre el modelo pedagógico, sistema educativo, o escala de valores a seguir en casa. Pero todos estamos obligados a respetar los derechos fundamentales de las infancias, y una de ellas, aunque no lo queramos entender, es el derecho inalienable a una vida libre de violencia.

Y se escuchan voces necias que dicen que “antes” nos educaron con el cinturón y la vara, y que “antes” había más respeto a los mayores y menos peleas entre hermanos. Pero olvidamos que los contextos han cambiado, y que fomentar el respeto a los mayores y el amor a los hermanos puede darse también sin la chavinda o el manazo. Y no se trata de formar pequeños tiranos, irresponsables y desentendidos, claro que nuestros hijos necesitan límites, referencias y sanciones. Marcada autoridad que se sustenta en amor y el respeto y no en el miedo o la desconfianza.

Si el respeto del hijo se gana a gritos y cinturonazos, cuando la vida nos lleve a viejos, ellos tendrán la voz garbosa y las manos más fuertes. Por el contrario, si el respeto del hijo se gana en el amor, la protección y la congruencia, el tiempo será el mejor aliado. Nada está escrito en piedra en esto de las paternidades y maternidades, cada uno tendrá el mejor juicio respecto a cómo educar a sus criaturas. Al final, como decía mi abuelo; “los que terminan gozando o pagando, los aciertos o errores de la crianza serán los padres”. Porque inevitablemente infancia es destino.

Escribo esta columna como recuerdo a mi amigo “Junior” de la comunidad de San Lorenzo, un pequeño niño que conocí a sus 9 años vagando por las calles de Culiacán. Huérfano de padre, su madre contrajo matrimonio en segundas nupcias. Desde que llegó su padrastro, su vida se volvió un infierno, de tal suerte que la calle era para él, mejor refugio que su hogar. Su madre, encargada “por ley” de tutelar sus derechos le pegaba por decir que su padrastro le pegaba unas golpizas. ¿Y por qué te pegaban junior? -Porque me portaba mal ¿Y que hacía un niñito como tu para merecer esa golpiza? -Me tomaba el chocomil de mi hermanita o me comía los frijoles del marido de mi amá, es que yo era muy abusivo y a veces me iba a jugar a la pelota sin avisarles. ¿Por eso te pegaban con el cinto y te amarraban los pies? -Si señor, es que era yo muy mal portado.

Y claro, su madre y su padrastro justificarán que Junior, era un mal niño, que merecía un castigo así por todas sus vagancias y fechorías, porque aún en nuestros días hay infames que siguen creyendo que a los niños se les educa con el rigor del látigo como a los animales. Que Dios cuide de ellos y a sus padres perdone, después de que en la tierra paguen sus abusos en la cárcel. Querido Junior ¿Quién te cuida a ti, de quienes deberían cuidarte? ¡Las niñas y los niños primero! Luego le seguimos…

 

Fuente: Internet

Fotografía de perfil de Jesús Rojas Rivera

Jesús Rojas Rivera

Columnista

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