Fuera de toda duda, el contundente triunfo de la candidata Claudia Sheinbaum Pardo, dejó en claro que la mayoría de los pronósticos no estaban equivocados. Durante meses, diversos estudios de opinión realizados por casas encuestadoras daban amplia ventaja a la abanderada de los partidos Morena, PT y Verde. Me refiero a Demotecnia, Cobarrubias y Asociados, Mendoza Blanco, Mitofsky, Enkoll y otras.
Hubo quienes dijeron lo contrario, particularmente mostraron escenarios cerrados e incluso de triunfo electoral para la oposición. México Elige y Encuesta MX, a unos cuantos días de la elección afirmaron que habría “empate técnico”, pero el colmo fue la encuestadora Massive Caller que pronosticó el triunfo de Xóchitl Gálvez quien terminó derrotada con más de 17 millones de votos de diferencia. Esta misma empresa, todavía el día de la elección, mediante una encuesta de salida dio por ganadora a la candidata perdedora.
Es evidente que en el futuro se tiene que legislar respecto a las casas encuestadoras. No se trata de “errores estadísticos”, se trata de encuestas falaces, con fines propagandísticos, que hacen creer al elector resultados de “buena fe”, objetivos, apartidistas y apegados a criterios metodológicos que, según ellos, se encuentran dentro de los márgenes de error típicos de los estudios demoscópicos.
Sergio Zaragoza, director de México Elige, dijo en entrevista para N+: que van a revisar la metodología, que hay datos que “saltan” a la vista como la participación ciudadana que fue del 60% o que los “encuestados hayan ocultado o mentido en su intención de voto”. Esta desfachatada respuesta, que traslada cobardemente toda la responsabilidad de sus errores a los electores, es digna de análisis profundo.
De ser cierto, ¿Por qué los encuestados le mintieron solo a ellos? ¿No tiene modelos estadísticos o metodológicos para descartar respuestas? En México más de 30 casas encuestadoras hicieron más de 830 estudios electorales sobre la elección Presidencial. Pero pocas se atrevieron dar datos contrarios a las que daban por ganadora a Claudia, que, a la luz de los conteos, resultaron ciertas.
Las encuestas electorales son un negocio millonario, en cada proceso electoral aparecen “nuevas firmas”, “nuevas marcas” y “nuevas empresas” que ofertan paquetes a candidatos en todo tipo de elección. Los paquetes incluyen desde estudios de opinión a modo, hasta la publicación de las encuestas falsas en prestigiados medios de comunicación y redes sociales.
Hay también, casas encuestadoras que cabildean sus estudios con líderes de opinión, las tratan de insertar en la discusión pública para convalidar sus dichos frente al elector. Se venden las encuestas, se venden las opiniones, se venden posturas. En un proceso electoral en donde corren por sus aguas y debajo de ellas millones de dólares sin fiscalizar, no resulta fácil ocultar que “jugar al adivino” es también una forma de hacerse rico.
Pero la diferencia entre los brujos y videntes que hacen predicciones respecto a la final del futbol o la ruptura amorosa de un artista, no mienten y son claros al revelar su método profético; las runas, el tarot, los caracoles, la ouija, las constelaciones o los sueños premonitorios.
El problema con las encuestadoras fraudulentas, es que le aseguran a las audiencias y a la autoridad electoral que siguen el método científico y una metodología estadística – matemática que tendrá un margen de error no mayor al +-5%. En este mercado están también, los neo charlatanes que predicen elecciones con modelos de “inteligencia artificial”, que proyectan escenarios irreales como el expuesto en mi columna del 17 de mayo llamada: “El doctor Crespo y los politólogos franceses”, en donde le dije al respetado columnista que las predicciones de él y de los colegas franceses estaban “sacadas de los pelos”, cosa que así fue. En resumen: urge legislar sobre las encuestas y encuestadoras patito, me refiero a las que se publican al menos, porque las que se compran para los cuartos de guerra, esa son responsabilidad del que las consume. Luego le seguimos…
