Quienes en medio de la crisis económica y de salud tendrán una Navidad y final de año feliz serán los diputados federales. Cada uno de los 500 se llevará en sus bolsillos 328 mil pesos.
Esto corresponde a su aguinaldo de 140 mil 504 pesos, su dieta de 74 mil 500 pesos, un apoyo económico de 45 mil pesos por “desempeño de sus funciones”, otro de 28 mil pesos por sus “labores de gestoría que realizan en su carácter de representantes populares” y 38 mil pesos por un concepto al que denominaron “atención ciudadana-apoyo de fin de año”, entre otras percepciones.
¿Es mucho dinero? Es mucho en un país donde millones padecen hambre, ganan una miseria por su trabajo y pueden morir de alguna enfermedad curable si no tienen con qué pagar su atención médica y medicamentos.
Es mucho para unos legisladores que en su mayoría no cumplen con la delicada función conferida, dan pésima imagen en sus debates y privilegian vitorear al ejecutivo al aprobarle alguna iniciativa a meditar sobre los alcances y efectos de ésta en la ciudadanía.
Es mucho en un gobierno que se dice diferente y que enarbola la bandera de la austeridad, en la mismo en la que se arropan quienes hoy exigen y estiran su mano izquierda para recibir ese dinero del erario, cantidad que contrasta con la que reciben millones de mexicanos que realmente trabajan.
La práctica de la austeridad en el diario quehacer de la función pública debe ser por convicción, no mera pose y solo de dientes para afuera.
Hubo un hartazgo ciudadano ante los excesos de miembros de una clase política que históricamente del erario mantenían sus más caros y extravagantes gastos y gustos, que explotó en 2018, cuando con su voto la gente votó para que las cosas fueran diferentes.
Van a decir que no están incurriendo en ilegalidad alguna, y tendrán razón. El asunto es que ellos están ahora en el espacio donde pueden cambiar las cosas que en el pasado se hicieron a conveniencia y complicidad para saquear el erario.
Esas cosas que la mayoría que hoy sigue saqueando tanto criticó y prometió que cambiarían de dárselas la oportunidad.
Ya se les dio la oportunidad y no lo han hecho. Son diferentes los protagonistas, pero hacen las mismas cosas, y hasta peores.
Es el mismo cinismo y la misma conveniencia.
