Culiacán, Sinaloa, 13 de marzo 2023. Hoy nadie celebra, aparte del recuerdo de uno o dos sobrevivientes, el 79 aniversario de la fundación del periódico vespertino “La Voz de Sinaloa”, que dirigiera desde el principio y hasta el final Don Gustavo D. Cañedo y cuyo ejemplar número uno fue fechado el 13 de marzo de 1944.
Heberto Sinagawa consigna en su libro “Sinaloa: historia y destino” que antes, en 1876 y hacia 1914, hubo otros periódicos con el mismo cabezal.
“La Voz de Sinaloa” (la de Don Gustavo) dejaría de circular en septiembre de 1977, por carecer su director y propietario de los recursos económicos necesarios para que sobreviviera el órgano informativo más importante de Sinaloa en su historia reciente, reconocida cantera de periodistas y punto de referencia obligado en cualquier recuento serio que se haga al respecto.
Paradójicamente, al morir Don Gustavo (el 5 de mayo de 1979) se recibieron ofrendas florales y se publicaron esquelas cuyo costo rebasaba en mucho la cantidad que se requería para que “La Voz” no desapareciera.
Acompañé a Don Gustavo en su lecho de muerte, en el velorio estuve unos instantes y al sepelio no fui, evitando la ronda hipócrita de políticos y mercachifles.
EL PERIODISMO AQUEL
Todavía en los primeros años de los 70 (cuando ya la mayoría de los medios disponían de técnicas modernas) para entrar a la primera plana de La Voz se tenía que haber transitado por el linotipo, el intertipo, la mesa de formación, la de corrección, la ayudantía en la prensa plana; saber sacar pruebas, cabecear y, en suma, conocer todo el proceso desde la llegada de las notas hasta la impresión.
El aprendiz de reportero debía leer todos los periódicos locales antes de iniciar la jornada, cuando menos uno de los editados en el entonces Distrito Federal, hoy Ciudad de México, y las dos principales revistas de circulación nacional cada semana.
El objetivo de ese ejercicio era que el reportero distinguiera los asuntos propios de su fuente local, llevara un seguimiento de los principales acontecimientos relacionados y pudiera proponer alguna vertiente noticiosa.
Por lo general, el reportero novel se iniciaba en la “nota roja”, que se procesaba con base en los partes policiacos, una especie de boletines infumables, plagados de errores, cuya publicación con frecuencia ocasionaba conflictos con los mencionados que no pocas veces se inconformaban. Las aclaraciones siempre se hacían pero, debido al estilo personal de Don Gustavo, la mayoría prefería que las cosas quedaran de ese tamaño.
DE REPARTIDOR A COLUMNISTA
Después, el reportero incursionaba en las páginas interiores y, si su trabajo llenaba los requisitos, de acuerdo a los parámetros de Don Gustavo, arribaba por fin a la ansiada primera plana. Los titulares, con grandes tipos en la portada, eran luego la meta cotidiana, competencia de por medio.
La máxima categoría se alcanzaba cuando al reportero se le permitía contar con un espacio de comentarios políticos, análisis críticos y reflexiones propias, es decir, ser columnista sin descargo de su trabajo informativo.
A la Voz llegué, como reportero, en 1969, pues antes fui repartidor y ayudante, y al año siguiente surgió la columna “Apunte”.
LA DIVISA DE DON GUSTAVO
Para Don Gustavo, la formación ética, la insistencia en la gran responsabilidad del comunicador, sus ventajas y sus riesgos; la divisa de la honestidad y la rectitud; la consecuencia: en la nota, atenerse a los hechos; en la columna, decir lo que se piensa y hacer lo que se dice, era fundamental y así trataba de transmitirlo en su particular visión.
No abusar del privilegio que da el manejo de la información escrita, evitar el sensacionalismo por sí, despreciar el amarillismo y mejor conceder a la prudencia, a la mesura, porque, decía Don Gustavo, “una mentada de madre se lee y circula hasta en un boleto de camión urbano”. Eso es lo más fácil, agregaba.
La historia es mucho más amplia, pero dejémosla así, en estos tiempos en que el heroísmo se bate en retirada.
EN EL TINTERO
-Sin duda, la DEA, la CIA, el FBI, tienen mucho que explicar de sus andanzas cómplices e intervencionistas. No lo harán, desde luego.
-Que no le haga al loco el prianredé, el que trabajo con la DEA fue García Luna, su jefe y sus socios panistas.
-Burocratismo, sobre administración, tortuguismo, negligencia e importamadrismo, lo que continúa sin solución de continuidad. Lo vemos casi en todo, desde una simple consulta, el registro de algo y cualquier trámite. A ver hasta cuándo ([email protected]).