De acuerdo a la Constitución en su artículo 123, “Los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos”. La realidad es que no alcanza ni para cubrir con calidad una necesidad tan elemental como es la alimentación.
Actualmente el salario mínimo en México es de 88.36 pesos. Bajo muy diversos argumentos, el salario mínimo de los trabajadores mexicanos siempre ha ido muy atrás en la carrera alcista de los básicos satisfactores de sus necesidades.
Por ejemplo, si la variación del salario mínimo en lo que va de este siglo la comparamos con la que ha sufrido la cotización de la tortilla, ese básico que no puede faltar en la dieta de los mexicanos, el resultado es desalentador para la clase trabajadora.
En diciembre de 2000 con un salario mínimo se podían comprar 9 kilos de tortilla y ahora, en diciembre de 2018, en promedio sólo 5 kilos y medio. Si eso no muestra un detrimento de la calidad de vida de los mexicanos más desfavorecidos, no sé qué otro comparativo de pueda usar.
A partir de enero de 2019 el salario mínimo en nuestro país, excluyendo la zona fronteriza del norte, será de 102.68 pesos, lo que significa un incremento por el orden del 16 porciento.
Importante, pero no suficiente. Para la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, ese sueldo mínimo por primera vez cubrirá la línea de bienestar establecida por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, el Coneval, lo que es una soberana mentira.
Esas serán las cuentas que sacan, en teoría, pero en la práctica quisiera que se colocaran en el lugar de una familia de cuatro miembros y ver para qué les alcanzan esos 102.68 pesos. Es mucho más el rezago que se tiene, pero no es mintiéndonos como los funcionarios federales podrán ir arreglando las cosas.
Sin dejar de reconocer que es importante el incremento al salario, éste sigue siendo violatorio de la Constitución, pues está muy lejos todavía de responder a satisfacción lo establecido en el Artículo 123 en su fracción VI.
Ahora bien, a esperar que el gobierno tenga la capacidad de frenar los ímpetus alcistas que se vendrán de bienes y servicios tras este incremento salarial de parte de voraces miembros de la iniciativa privada que no están, de ninguna manera, dispuestos a sacrificar parte de sus utilidades, aun cuando éstas sean extraordinarias.
Y a esperar también que desde el gobierno se asignen salarios dignos sí, acordes a la condición del país, que permitan que quienes tienen la oportunidad de desempeñarse en el servicio público vivan en la medianía y no en la opulencia en medio de miseria de las mayorías. Y aplica para todos los niveles de gobierno. Desde una alcaldía hasta la presidencia de la república.