A finales de los años 70´s y parte de los 80´s, Sinaloa presumía contar con una pléyade de pedalistas de ruta y pista que hicieron historia. Eran tiempos en que el ciclismo reunía masas y tiempo más tarde explotó con la realización de interesantes competencias como la Vuelta a Sinaloa que en 1991 revivió EL DEBATE y de la que me tocó fungir como Director General.
En esa época era un deleite pararse cerca de la meta de salida y llegada, pero también de todo el circuito cuando la competencia se llevaba a cabo dentro de la ciudad. El deporte de la fibra y el pedal contagió a infinidad de jóvenes a tal grado de que Culiacán, solo por citar un ejemplo, llegó a contar hasta con seis poderosos equipos que crearon una rivalidad netamente deportiva.
Cómo olvidar aquellas hazañas de Ernesto Casillas como cerrador y en la pista; cómo perderse los “tiros” entre José Luis Sánchez y Victorillo Lozoya; cómo olvidar la clase que Saúl Beltrán tenía para trepar la montaña, como tampoco es difícil separar de la memoria aquellos agarres entre Margarito Rojo, Mitl Gaxiola y Luis Alfonso Hernández, entre otros.
Difícil olvidar también aquellos Premios Internacionales de Ciclismo Jalisco que organizaba don Angel Romero Llamas, y a los cuales Sinaloa acudió con esa última terna en mención, junto con Casillas. Cómo olvidar que el “Neto” les dio guerra en una escapada a los italianos que pensaron se iban a “comer” la competencia y a los mexicanos en aquel Premio de Ciclismo Solidaridad DIF que se organizó en el último año de gobierno de Alfonso G. Calderón.
Tampoco olvidar aquella histórica escapada de más de 100 kilómetros de un par de brillantes pedalistas sinaloenses (Margarito Rojo y Enrique Aldapa) en aquella Vuelta del CREA que empezó en Jalisco y terminó en Ciudad Obregón.
Pues bien, todo esto viene a colación porque en mi memoria revivieron muchas de esas hazañas en las que estuvo involucrado Luis Alfonso Hernández, un hombre que defendió los colores tanto del Club Zapopan como del Club Culiacán, y el culpable del que hoy esté mal redactando esta columna a la que durante muchos años le dediqué más espacio al boxeo y al futbol.
Hernández murió este martes 22 de Mayo en Los Angeles colocándole un crespón de luto al ciclismo sinaloense. La noticia me llegó por conducto de don Héctor Avendaño y que constaté segundos después con Ramón, hermano de Luis Alfonso, lo que aproveché para ofrecerle mis condolencias y la de mi familia.
Con Luis Alfonso tuve una gran amistad que en ocasiones se volvió ríspida como consecuencia de mi forma de ver su desenvolvimiento en algunas competencias, pero, al final de cuentas prevalecía la cordialidad. Una vez escribí que le había faltado valor para cierta etapa del Premio Jalisco y que su falta de apoyo hacia sus compañeros privó a Sinaloa de una mejor posición. Pero con el paso de los días aquello se olvidaba.
SU MUERTE. Ramón me comentaba horas después de su muerte, que dejó de existir a causa de un infarto fulminante. Y me pregunté en ese momento, ¿qué podemos esperar aquellos que no hacemos ningún ejercicio o caminar? Luis Alfonso, a sus 63 años, como muchos pedalistas de su época, todavía se subía a la bicicleta allá en Los Angeles donde radicaba desde hace 30 años y se unía a algún grupo para rodar cuando venía a la tierra que lo vio nacer.
Paradójicamente Luis Alfonso estuvo este fin de semana en Culiacán como se hubiese venido a despedirse de su familia y los amigos. Sus visitas obedecían, entre otras cosas, a un chequeo médico con su cardiólogo particular, con quien se auscultaba dos veces al año.
El lunes el galeno lo atendió y Hernández se regresó a suelo norteamericano un día después, para morir intempestivamente al mediodía del miércoles de algo que se estaba atendiendo. Ironías de la vida.
Descanse en paz.