Hace unos días conocí a todo un personaje, El Chicha, un ser humano que me dejó pensando mucho, y que me hizo recordar el verdadero significado de la vida… este es el motivo.
El Chicha es un hombre de mediana edad, no le pregunté cuántos años tenía pero no debe pasar de 38; tiene dos hermosas hijas, menuditas, simpáticas, desenvueltas, respetuosas, inteligentísimas; tiene una esposa que vi por unos minutos pero previamente El Chicha hizo una amplia descripción de ella con una admiración increíble.
Pues bien, Julio Zavala, (así se llama El Chicha), trabaja por la mañana en el mercado San Francisco en un puesto de pollos, lleva años ahí; pero no es todo, al terminar la jornada que inicia desde antes que el sol salga, sigue en su otro negocio, la venta de coricos que él y su familia hacen en un horno que tienen en casa, todo a mano, artesanal cien por ciento y anda alegre porque sus coricos y empanadas ya salen de Sinaloa y se van a otros estados gracias a amigos, conocidos y clientes que de esta forma impulsan su negocio.
El Chicha me recordó mucho a mi papá, su carácter alegre, desprovisto de ese ego que no nos deja vivir; alegre, franco, sincero y sumamente respetuoso; me admitió que su jornada es larga y cansada, “pero hago todo por mis tres mujeres”, me dijo y no hay agotamiento que se sienta cuando lo que quieras es que tu familia esté bien.
Vive en una casa de renta, enlista los pagos que hay que hacer y remata con las novedades en la preparatoria de su hija que acaba de cumplir 15 años y ya quedó registrada, ahora hay que comprar uniforme, libros, tener el internet al cien porque están en línea, esto sin contar lo que hay para su hija menor que también va a la escuelita.
Me senté afuera de su casa mientras juntaba barría y juntaba la basura del patio ¡en su casa las tareas se dividen! Y eso le tocó hacer en ese momento.
Sobre los coricos, me narró que si no fuera por su esposa, el negocio no avanzará; también tienen el apoyo de una amiga que desde hace tiempo las ayuda pese a aquel accidente en el que el camión urbano en el que viajaban casi les quita la vida, y es que chocó con una pipa de gas, por fortuna no pasó de unos golpes pero el susto y la remembranza de aquel hecho, aun les quitan el sueño.
Pero bueno, vamos a los coricos… los probé, y vaya que tienen calidad, y vaya que me comí casi toda la cajita de plástico en donde artísticamente los acomodan; “Migdalia” así se llama el negocio.
¿Qué necesitaría El Chicha para impulsar más su negocio?: “La verdad, una amasadora pero están bien caras, a más de 12 mil pesos, con eso no sería tan cansado”.
Y es que mientras El Chicha está en la pollería, su esposa y su amiga se ponen a amasar, luego él llega y hornea y de rapidito se va en su bici o en su camioneta que saca poco ya que no tiene placas nacionales “y es un show porque lo paran los polis”; se va hasta allá lejos y termina hasta las 11:00 de la noche, pero de pasada aprovecha y le deja cena a su suegra; siempre echa un traste de más, porque siempre encuentra gente que ocupa comida y se la da.
Esta es la otra parte que quiero comentar y que me pareció que le pone aun más brillo a la historia de El Chicha….
El Tortasso…. No es un negocio, no gana, pero cómo lo disfruta; es la tradición que inició el papá de su esposa, fue regresar parte de lo que Dios les ha dado entregando ayuda a familias que están a las fuera de los hospitales esperando por información de su gente.
El Chicha, su esposa, sus hijas, amigos y conocidos, se sumaron a este esfuerzo que dejó como herencia su suegro y que realizan cada mes de manera totalmente gratuita en el Hospital General de Los Mochis; El Chicha invita y ahora sí, con lo que gusten cooperar para hacer máximo 150 tortas y agua de sabores (regularmente cebada que le donan)
Pues ahí tienen que compañeros del mercado le dan la verdura, un hotdoguero de la cuadra le compra el pan más barato y él pone un poquito más, una señora le da 200 pesos religiosamente, otro más pone otros 200; y así se hace la colecta, él pone la mano de obra, las bolsas, las servilletas, etc.
“No siempre se acompleta y pongo bolsa y no importa, el trabajo en los pollos y los coricos (de los cuales también regala muchos) deben dar para cubrir los faltantes, y si el raite no falla allá vamos”.
Quienes no han experimentado la gratitud, poco sabrán del sentimiento que se siente en el pecho, en el alma, el el cuerpo, en la mente, en los ojos, en los propios y en los de quienes te ven, El Chicha y su familia tienen ese brillo e ilumina y contagia a quien tienen a frente a ellos.
Todos deberíamos tener este don de gente de El Chicha, mostrar nuestro agradecimiento sin el menor dejo de lamentación o tristeza; él es alegre y muy claridoso, debo reconocer que me encantó conocerlo me recordó todo lo que tengo y me alejó de las necesidades que si bien para mi son importantes, me reiteran que se puede ser feliz con lo necesario y aun así, compartirlo.
Muchas veces busqué e intenté por mi cuenta hacer cosas para retribuir lo que Dios, la vida y mi familia y mi esfuerzo me han dado, YA LA ENCONTRÉ, me sumaré al Tortasso y de paso, a hacerle promoción a mi compa Chicha, porque ya es mi compa y su familia una extensión de la mía.
Ojalá y muchos puedan unirse a todos los Chichas que se encuentren a su paso, y se contagien de ese amor a la vida, a la familia y tener un deseo claro “Si Dios me permite algún día ser el empresario que sueño, seguiré ayudando a quien me ocupa”…
Esto va para todos los emprendedores del mundo, que día a día salen a buscar su sueño y anhelan alcanzarlo, pero más, para todos aquellos Chicha, que en su esfuerzo por llegar a la meta, impulsan a otros para que también lo logren.
Gracias Chicha
