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Las tentaciones del poder

Desde la conferencia mañanera del presidente Andrés Manuel López Obrador se puso en marcha la semana pasada la sección “Quién es quién en las mentiras de...

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Desde la conferencia mañanera del presidente Andrés Manuel López Obrador se puso en marcha la semana pasada la sección “Quién es quién en las mentiras de la semana”, en la que exhibirán las notas falsas y exposiciones erróneas de comunicadores, siempre desde la óptica del poder.

Estamos entrando a un terreno sumamente peligroso cuando desde el gobierno se pretende certificar el trabajo de los medios y de los periodistas, cuando desde el poder se quiere otorgar una carta de calidad moral y de credibilidad a los analistas políticos, columnistas y conductores de radio y televisión.

Claro que eso se ha hecho antes, siempre, pero no de manera tan burda. Nunca como ahora desde los setentas del ataque al Excelsior de Julio Scherer, en aquél manotazo al periodismo que empezaba a atreverse a mejores cosas dentro del autoritario régimen priista.

Hay que partir de la premisa de que medios y periodistas han incurrido en exceso. Lo han hecho en el pasado y lo hacen ahora, pero la incursión desde el gobierno para convertirse en inquisidor y establecer qué es cierto y qué es mentira, qué hacen bien y qué hacen mal los medios y periodistas es la vía más corta para arribar a la descarada censura.

El linchamiento a medios y periodistas desde el poder conlleva riesgos para el gobierno, para comunicadores y para la sociedad que aspira a estar informada y discernir por sí sola, sin tutelaje del régimen, lo falso o verdadero.

Además, el ciudadano posee hoy una amplia gama de opciones para consultar y tomar decisiones. Los medios que mienten tienen mucho que perder.

Que se haga desde el centro neurálgico del poder implica un desigual debate. Para empezar el peso de la palabra del Presidente es extraordinariamente mayor al de cualquier comunicador del país.

Que el gobierno haga su trabajo y los medios y periodistas el suyo, y que al final la sociedad juzgue. Si el gobernante aludido se siente afectado, el Estado dispone de las instancias jurídicas para dirimir las diferencias. Muchos lo han hecho y ese debe ser el camino.

Porque el linchamiento cotidiano es peligroso principalmente debido a las expresiones de fanatismo de los seguidores del gobernante y también por las de los adversarios de éste.

Tan peligroso, que prácticamente coloca a dos fuegos y en la vulnerabilidad a los periodistas que difieren de la viabilidad de las acciones del gobierno o informan de sus excesos.

Por una parte quedan expuestos ante intolerantes enfermizos afines al régimen, y por otra ante los enemigos de éste.

Como Echeverría con el Excelsior de Scherer: las tentaciones del poder.

Fuente: Internet

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