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¡Maldad pura! Los asesinos seriales más infames que ha tenido México

Los asesinos seriales no son una novedad para nuestro país. Desde el siglo XX a la fecha los crímenes de este tipo se han incrementado, sin embargo algunos perpetradores lo han llevado a cabo como un "deporte"

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Recientemente se descubrió que en la casa donde vivía Andrés Filomeno “N”, en Lomas de San Miguel, municipio Atizapán de Zaragoza en el Estado de México, almacenaba objetos y restos de varias mujeres, por lo que se ha señalado que podría tratarse de un feminicida serial, sumándose a la lista de estos criminales.

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“El Goyo” Cárdenas, “El estrangulador de Tacubaya”

“Cuatro muchachas asesinadas por un estudiante de Ciencias Químicas”;  se trataba de un joven de 28 años, de nombre Gregorio Cárdenas, quien había declarado ante las autoridades que había asesinado a tres sexoservidoras y una preparatoriana y las había sepultado en el número 20 de la calle Mar del Norte, colonia Tacuba, en la delegación Azcapotzalco. 

A 73 años de los asesinatos, donde fueron exhumadas las mujeres, aunque hay construcciones nuevas, las vías del tren y las casas que están a punto de caer, dan un aspecto tenebroso a la calle Mar del Norte, en la colonia Tacuba.

Una casa en obra negra con una puerta oxidada, aún causa miedo a los pobladores que vivieron en esa época: “Hasta hoy me da miedo pasar por aquí, no supe exactamente qué paso, pero sí que ahí vivía El Goyo”, dijo doña Mari, mientras volteaba de un lado a otro al estar frente a la casa.

Este asesino estuvo en la prisión de Lecumberri durante 34 años, hasta 1976 cuando obtuvo su libertad al ganar un amparo. En esa década, la Cámara de Diputados lo homenajeó por ser la muestra de la readaptación social y haberse podido reincorporar a la sociedad.

Francisco Guerrero, “El Chalequero”

Entre 1880 y 1888 este hombre mató a 20 prostitutas. Las crónicas de la época lo describen como un hombre que, a pesar de ser casi analfabeto, actuaba de manera muy educada con las mujeres para ganar su confianza. Pero en realidad era “un ser pendenciero, vil, ególatra y manipulador”. El mote de El Chalequero provino de su estilo de vestir, pues dicen que solía llevar pantalones entallados, fajas y un chaleco. La policía lo detuvo el 13 de febrero de 1888, tras ser denunciado por los vecinos de una de sus víctimas.

Las autoridades no pudieron comprobar su resposabilidad en el resto de los asesinatos, pero uno bastó para que fuera condenado a muerte. Sin embargo, el entonces presidente Porfirio Díaz revocó su sentencia y ordenó una pena de 20 años de prisión en San Juan de Ulúa, Veracruz, de donde fue liberado por error en 1904.

Al salir de la cárcel tuvo una última víctima, Antonia, una mujer de edad avanzada a quien violó, golpeó y degolló. Su detención se atribuye a un reportero que investigó el caso y comparó el asesinato con los ocurrido años atrás. Volvió a la cárcel en 1908. Esta vez a Lecumberri, donde fue sentenciado a muerte en 1910 a los 70 años. Carlos Roumagnac, uno de los primeros criminólogos mexicanos, concluyó que el también llamado “Degollador del río Consulado” (porque allí encontraron a la anciana asesinada) era un criminal nato a quien describió como “un degenerado inmoral violento”.

Higinio Sobera de la Flor “El Pelón”

Su primer asesinato reportado por la prensa ocurrió en 1952. Su víctima fue el chofer de la entonces Miss México, Ana Bertha Lepe. Se trataba de un capitán del Ejército a quien disparó en la céntrica avenida Insurgentes y la calle de Yucatán, en la colonia Roma. La prensa reportó que luego del crimen, El Pelón se refugió en los brazos de su madre, quien lo srobreprotegía de un padre violento, que algunos libros lo identifican como un industrial o hacendado del estado de Tabasco.

La madre lo refugió en un hotel y de allí salió en busca de una mujer con quien tener sexo. Su siguiente víctima fue una mujer que no conocía y quien se negó a a tomar un café con él. La secuestró, la llevó a un hotel de paso y la mató. Las autoridades sólo pudieron comprobarle esos dos homicidios, pero sospechaban que era resposable de otras muertes. Ya en la cárcel de Lecumberri, los doctores Alfonso Quiroz Cuarón, Alfonso Millán, y José Sol Casao lo sometieron a exámenes y le diagnosticaron esquizofrenia paranoica.

Fue enviado al manicomio de La Castañeda. Allí lo llamaron el “psicótico, muralista” porque con su propio excremento “pintaba” murales en las paredes. Al obtener su libertad, muchos años después, corrió la leyenda de que se le veía deambular por el bosque de Chapultepec, tirando migajas de pan a los animales.

Macario Alcalá Canchola “El Jack mexicano”

A este hombre sólo pudieron comprobarle el asesinato de dos prostitutas, pero siempre hubo la sospecha de que mató a 12 más, por lo menos. Sus crímenes ocurrieron en la década de los sesenta, en la ciudad de México y la prensa lo llamó el “Jack mexicano” porque él mismo se identificó así durante su juicio.

Procedía de una familia de escasos recursos, cuando mucho cursó la educación básica y su vida estuvo marcada por un fracaso: durante un tiempo fue miembro de infantería de la Guardia Presidencial, pero fue despedido por su incompetencia e indisciplina. Después quiso dedicarse al boxeo, pero jamás logró destacar. Luego entró a trabajar como policía preventivo, bajó el nombre falso de Fernando Ramírez Luna, pero también fue despedido tras ser acusado y hallado culpable de los cargos de abuso de autoridad y uso excesivo de la fuerza durante un arresto.

Estuvo casado y tuvo varios hijos. Durante las investigaciones de los homicidios y el posterior juicio, su esposa declaró que Macario “se siente superior a todo aquel que lo rodea”. Fue detenido por el crimen de una mujer de nombre Julia, quien fue hallada muerta en un hotel en septiembre de 1962. En el espejo, Macario dejó un recado escrito con lápiz labial que decía: “Jack mexicano, reto a Cueto”, el entonces jefe de la policía. Ese mismo mes fue detenido y llevado a prisión, condenado a una pena de 60 años.

Las hermanas González Valenzuela “Las Poquianchis”

Así fueron conocidas las hermanas González Valenzuela –María Luisa, Delfina, María de Jesús y Carmen–, a quienes atribuyeron el asesinato de al menos 150 personas, la mayoría prostitutas que trabajaban en sus burdeles. Las autoridades presumieron que a muchas de sus víctimas las enterraron vivas. Eran originarias de El Salto, Jalisco, y durante su infancia fueron víctimas de violencia familiar. Para huir del maltrato de su padre, Carmen se fugó con su novio, cuando era una adolescente. Pero su padre la encontró y la encarceló en la prisión municipal.

Las hermanas trabajaban como obreras en una fábrica textil, donde recibían sueldos miserables. Al morir sus padres, recibieron una modesta herencia que ocupan para abrir un prostíbulo y comenzar con sus crímenes. Ganaron fama por su bar en San Francisco del Rincón, Guanajuato, donde las llamaron “Las Poquianchis”. Reclutaban mujeres con engaños y las obligaban a dar sexoservicio.

El 6 de enero de 1964 fueron detenidas después de que una de sus víctimas escapó y las denunció. Las autoridades encontraron un pequeño cementerio con restos humanos de sus víctimas. Su historia inspiró a Jorge Ibargüengoitia para escribir su novela “Las Muertas”, que sirvió de guión para una película del mismo nombre dirigida por Felipe Cazals.

Con información de Infobae

Fuente: Internet

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