El Chapo fue sentenciado en julio del 2019 a una cadena perpetua y 30 años de prisión por los 10 delitos por los que fue acusado en una corte del estado de Nueva York, en Estados Unidos.
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El pasado 4 de abril, el narcotraficante pasó su cumpleaños número 64 en la ADX Supermax ubicada en Florence, en Colorado, lejos de los lujos a los que estaba acostumbrado en México.
En la llamada Alcatraz de las Montañas Rocosas, muchos de los más de 400 presos permanecen aislados durante 23 horas del día y tienen un mínimo contacto con otras personas. Las instalaciones están protegidas por alambres con púas, patrullas con agentes armados, y francotiradores desde las torres de vigilancia.
Las celdas miden alrededor de 2.1 por 3.6 metros y están fabricadas con puro concreto. Un escritorio fijo, un banco, y la cama también: solamente está cubierta por un colchón, una almohada, y un par de mantas.
La ventana es delgada. Mide un poco más de un metro de altura y 10 centímetros de ancho. El Chapo puede ver un poco de la luz del sol, pero no puede ver lo que hay más allá de la edificación. Según algunos reportes, solamente tiene contacto con personal de la cárcel y guardias de seguridad.
Sin embargo, a solamente unos metros de él se encuentran otros criminales famosos, peligrosos, y temidos. El terrorista que atacó el maratón de Boston en 2013, Dzhokhar Tsarnaev; uno de los conspiradores de los atentados del 11 de septiembre del 2001, Zacarias Moussaoui, y Ted Kaczynski, mejor conocido como el Unabomber.
También está Francisco Javier Arellano Félix, uno de los fundadores del Cártel de Tijuana, y el ex comandante guerrillero de las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Simón Trinidad, acusado de conspiración terrorista por estar vinculado en el secuestro de tres militares estadounidenses.
Los compañeros del Chapo y él tienen que usar esposas y cadenas cuando los guardias los llevan de su celda a su paseo diario a una jaula donde solamente pueden ver el cielo.
El Chapo Guzmán probablemente vive dentro de la unidad H, un módulo con seguridad especial que acoge a los prisioneros y que el Departamento de Justicia ha impuesto un límite en su comunicación con el mundo exterior: las únicas visitas que tienen permitidas son de su familia inmediata y sus equipos legales.
Las conversaciones, realizadas por teléfono y a través de una ventana de cristal, son monitoreadas. No obstante, la correspondencia y las juntas que tienen con sus abogados son privadas.
“Para muchas personas que están confinadas en ADX, lo que equivaldría a cadena perpetua, es una especie de muerte en vida”, narró. “Simplemente te despoja de todo. Tu existencia se limita a las cuatro paredes de esta pequeña celda y, francamente, no mucho más”.
Con información de Infobae