Edimburgo.- Ian Wilmut, conocido tanto en la comunidad científica como en el mundo por ser pionero de la clonación cuyo trabajo fue fundamental para la creación de la oveja Dolly en 1996 y que sentó las bases de la investigación con células madre, falleció a los 79 años, según ha informado este lunes la Universidad Edimburgo.
Su muerte se produjo el domingo, luego de una larga enfermedad de Parkinson del que fue anunciado en 2018 por el Instituto Roslin, un centro de investigación cerca de Edimburgo y donde el doctor Wilmut había trabajado durante décadas.
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Amigos investigadores y profesores del embriólogo de fama mundial y especialista en medicina regenerativa expresaron sus condolencias, reconociendo su aporte a la ciencia.
“Era un titán del mundo científico”, afirmó el profesor Sir Peter Mathieson, director y vicerrector de la Universidad de Edimburgo, y añadió que el experimento de Wilmut había “transformado el pensamiento científico de la época”.
Wilmut desató un frenesí mediático y debate público sobre la ética de la clonación cuando anunció en febrero de 1997 que su equipo en el Instituto Roslin de biociencias animales de la universidad había clonado una oveja llamada Dolly. Esto al utilizar una célula de la glándula mamaria de una oveja adulta y la primera vez que se creó un mamífero genéticamente idéntico a partir de una célula adulta, generando dudas y preocupación de que la técnica pudiera usarse en el futuro para clonar humanos.
Wilmut describió la perspectiva de la clonación humana como “repugnante” y dijo al New York Times que su trabajo “no tiene nada que ver con la creación de copias de seres humanos”. En cambio, dijo que el avance permitiría a los científicos estudiar enfermedades genéticas para las que no se conocían ninguna cura.
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Dolly, que lleva el nombre de la cantante Dolly Parton, dio a luz a seis corderos y pasó el resto de su vida entre un rebaño en el Instituto Roslin, cerca de Edimburgo. Lamentablemente la tuvieron que dormir en 2003 tras una infección pulmonar.
Después de su muerte, su cuerpo fue donado al Museo Nacional de Escocia, donde se exhibe desde ese mismo año.
“Ha sido una cara amigable de la ciencia”, dijo Wilmut en una entrevista con The New York Times después de su muerte. “Era un animal muy amigable que fue parte de un gran avance científico”.
Tres décadas después, este descubrimiento sigue impulsando muchos de los avances actuales en el campo de la medicina regenerativa.