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El futuro del ”oro rojo” de Alaska en peligro

En el lago Iliamna de Alaska es donde se proyecta la mayor mina del mundo sobre el caladero de salmón salvaje más saludable del planeta

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Alaska.- El voto de los ocho mil habitantes de uno de los rincones más prístinos
de Estados Unidos, el lago Iliamna, en Alaska, no determinará el
resultado de las elecciones, pero su resultado puede transformar sus
vidas y el lugar que habitan, donde proyectan la mayor mina del mundo
sobre el caladero de salmón salvaje más saludable del planeta.A
unos 300 kilómetros al suroeste de la ciudad más poblada de Alaska,
Anchorage, la cabeza de cuenca de los ríos Nushagak y Kvichak alberga el
mejor yacimiento de según qué tipo de “oro” dependiendo de a quién se
pregunte en el Estado más grande y rico en recursos de Norteamérica.Para
John Shively, director de la empresa Pebble, la zona es el lugar ideal
para explotar durante 100 años una mina abierta de cobre, oro y
molibdeno; para la industria pesquera, es una cuenca cuya buena salud
reporta beneficios de 500 millones de dólares anuales; y para los
indígenas que la habitan, es la base de su sustento y de sus vidas.Sus
diferentes puntos de vista componen las piezas de un puzzle sobre el
mayor dilema de nuestra era: extracción a gran escala de minerales cada
vez más demandados por la sociedad versus conservación de uno de los,
cada vez más escasos, ecosistemas en buen estado del planeta para
preservar los servicios que aporta.La mina Pebble, en Alaska, es
probablemente el proyecto de Estados Unidos con impacto ambiental que
más dependerá de quién sea el ocupante de la Casa Blanca durante los
próximos cuatro años.Los dos gigantes mineros, Anglo American y
Northern Minerals, formaron este consorcio hace unos ocho años para
explorar el potencial de un yacimiento con 10 billones de toneladas de
minerales, de los que el 60 % es cobre, el 30 % oro y el 10 % molibdeno.La
mina requerirá nuevas instalaciones eléctricas para suministrar una
cantidad de energía similar a la que consume la ciudad de Anchorage; una
carretera privada de 140 kilómetros, un oleoducto y represas para
almacenar billones de toneladas de residuos tóxicos.La actitud
favorable del Estado de Alaska, propietario de los terrenos y gobernado
por los republicanos, ha llevado a Pebble a invertir 120 millones en
diseñar una mina que emplearía a unas mil personas y para la que,
sorprendentemente, aún no se ha pedido autorización.Antes de
darle tiempo a que lo hiciera, la Administración Obama, a través de la
Agencia de Protección Ambiental (EPA, en sus siglas en inglés) ha
frenado en seco el proyecto con un informe en el que, con una
contundencia sin precedentes, alerta de la elevada posibilidad de
vertidos de una mina de estas características situada en una zona de
gran actividad sísmica.La EPA dice que existe un altísimo riesgo
de contaminación de esta cuenca del tamaño de Irlanda, en la que 40
millones de salmones rojos salvajes acuden a desovar cada verano
procedentes del Pacífico; y advierte de que la Ley de Aguas le da
derecho a veto.”El informe de la EPA es pura basura redactada
con prisas en el último año. Es legalmente cuestionable, porque ni hemos
pedido el permiso; arbitrario, porque basa sus afirmaciones en lo que
pasa en otras minas que utilizan tecnológicas menos avanzadas; y no
tiene en cuenta nuestra promesa de restaurar los hábitat dañados”,
asegura Shively a Efe.Carol Woody, una bióloga que lidera una
coalición de científicos contra la mina, considera sin embargo que “ni
con la mejor tecnología minera es posible evitar derrames”, y recuerda
que, “dada la alta la toxicidad de los contaminantes liberados, éstos
son tremendamente costosos, lentos de limpiar, y sus daños pueden ser
irreversibles”.Para Athabaskan -una de los más de ocho mil
nativos de la zona- y su familia, esa mina “es el fin” de unas vidas
basadas en la subsistencia: en el salmón que pescan en verano y ahuman
para comer en invierno cuando la climatología hace imposible otra
actividad en esta parte del mundo.”El dinero y los trabajos que
ofrecen no significan nada para nosotros. El único oro que queremos es
el rojo, nuestros peces, y si lo perdemos nos quedamos sin nada”,
explica a Efe emocionada esta mujer de 60 años, que forma parte del 86 %
de los nativos que han dicho “no” a la mina en un referéndum.La
cara más conocida en la lucha contra Pebble es la del actor Robert
Redford, quien ha logrado que las principales empresas pesqueras y de
restauración americanas se posicionen contra la mina; y que 50 grandes
firmas de joyería, como Tiffany, se hayan comprometido a no comprar su
oro.A juicio de Shively, resulta contradictorio que esas mismas
voces reclamen también “más tecnologías limpias”, como paneles solares,
turbinas eólicas o coches eléctricos, ya que “el cobre es indispensable
para fabricar todo eso, y alguien tiene que sacarlo de la tierra”.Al
portavoz de WWF en Alaska, David Aplin, no le cabe duda de que esta
empresa aguarda “a un presidente más favorable y una EPA que no ponga
trabas”, para que Pebble no pase a la historia como el primer proyecto
minero que no sale adelante en la Historia de un estado tan
pro-extractivo como Alaska.IN

Fuente: Internet

Fotografía de perfil de Liz Douret

Liz Douret

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