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Costa Rica: el auge de las narcofamilias

Mujeres son las cabecillas de redes de proceso y comercialización de cocaína, crack y mariguana en barrios costarricenses; involucran a hijos y nietos

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San José.- A menos de 200 metros de distancia del puesto de mando de la principal estación policial de los barrios del sur de San José,
hombres y mujeres deambulan inquietos por una zona marginal flanqueada
por hileras de tugurios y ofrecen cocaína, mariguana y crack en plena
vía pública, en un negocio dominado por una organización criminal en
auge en Costa Rica: las narcofamilias.

La venta de drogas marca la vida del barrio Cañada del Sur, minúscula
comunidad ubicada a poco menos de dos kilómetros al sur del Parque
Central -en el corazón de esta capital- y que registra una febril
narcoactividad en una angosta callejuela con una cadena de pocilgas
contiguas a la parte trasera de la Segunda Comisaría de la Fuerza
Pública.

Los reductos narcofamiliares en Cañada del Sur y en otras partes del
país funcionan al ritmo de 24 por 7, todo el día, todos los días, y, en
muchos casos, con mujeres de cabecillas. Los operadores callejeros
permanecen atentos al paso de taxis, motocicletas y otros automóviles
con potenciales clientes para su negocio.

El viceministro costarricense de Seguridad Pública, Celso Gamboa, informó a EL UNIVERSAL que
aunque fueron retirados, dos retenes policiales móviles funcionaron a
la entrada y la salida de Cañada del Sur y que presuntos
narcotraficantes cayeron presos. “Pero (el barrio) fue repoblado.
Una de las características del narcomenudeo es que los barrios son
repoblados por personas diferentes”, afirmó. “Probablemente ya sea el
momento de retornar a los operativos constantes (en Cañada del Sur) y
que la policía de investigación fija eso como uno de sus objetivos”, advirtió.

Un informe del Ministerio de Seguridad Pública de Costa Rica mostró que
de 619 organizaciones de narcotraficantes nacionales y extranjeros
desarticuladas de mayo de 2006 a agosto de 2012 por la Policía de
Control de Drogas (PCD), 85 son internacionales y 534 son locales y, de
éstas, 170 son clanes familiares.

“La abuela y la madre eran antes los bastiones de los hogares”,
recordó el comisionado Juan José Andrade, director de la Fuerza Pública
(policía civil) de Costa Rica, en una entrevista con este diario.
“Pero por deterioro social, ahora encabezan ?narco-clanes’. Cuando la
policía desbarata el clan, la familia se desintegra: unas van a la
cárcel de mujeres, otros a la de menores y otros a la de mayores”, lamentó el funcionario.

Onda expansiva

Encubiertas en una candorosa imagen de humildad por cuidar a nietos e
hijos y a tradicionales labores hogareñas, mujeres costarricenses se
convirtieron en “narco-abuelas” y “narco-madres”, operan pequeños “laboratorios” de
droga en las cocinas de sus casas y controlan redes del negocio al
menudeo de cocaína, mariguana y crack, o piedra, en numerosas barriadas
urbanas y rurales de Costa Rica.

El Ministerio de Seguridad Pública alertó en un informe de finales de
diciembre de 2011 que el combate al narcotráfico tiene dos frentes: por
un lado, atacar “con fuerza” el narcomenudeo local y, por otro,
combatir a poderosas mafias mexicanas y colombianas que controlan el
contrabando internacional.

De 508 operaciones antidrogas de 2011, 367 fueron por tráfico nacional,
mientras que en 2012 han sido desbaratadas 49 redes costarricenses, de
acuerdo con la Policía de Control de Drogas de Costa Rica (PCD),
adscrita a Seguridad Pública.

La PCD decomisó 7.2 toneladas de cocaína en 2011 y erradicó más de 2.5
millones de matas de mariguana en 163 plantaciones en territorio
nacional. Según cifras oficiales, en 2012 han sido incautadas 7.2
toneladas de cocaína, 1.8 kilos de heroína, 80 mil 554 dosis de crack,
835 mil 903 matas de mariguana y 2.7 toneladas de picadura de mariguana.

La figura de la “narcofamilia” surgió por una práctica que,
según la PCD, aplican narcotraficantes colombianos y mexicanos en el
contrabando de droga de Colombia a México, vía Centroamérica: en vez de
dinero en efectivo para pagar combustible, transporte, bodega y otros
servicios a sus socios centroamericanos, entregan cocaína.

Para recuperar su inversión con ganancias, los centroamericanos deben
crear cadenas de tráfico interno para vender la droga. Con ese sistema,
según el estatal Instituto Contra las Drogas de Costa Rica, emergen las “narcofamilias” y sus piezas de control: la abuela y
la madre.

Con una posición geográfica estratégica entre los más importantes
centros de producción de cocaína en Colombia y los grandes mercados de
consumo en Estados Unidos, Costa Rica sufre el acoso de los cárteles del
narcotráfico internacional, que utilizan corredores aéreos, terrestres y
marítimos de Centroamérica como pasadizos del contrabando de drogas.

Lealtad y protección

Es una estructura regida por la lealtad familiar, una red de proveedores, distribuidores, “mulas” o “burros”, “correos”, cobradores, mensajeros, vendedores, bodegueros, procesadores de mercancías y “cocineras”.
Por ser estructuras narcofamiliares, es más difícil que el padre
traicione al hijo, la madre a la hija o el hijo a su madre, que también
es abuela, y por ser la familia base de la sociedad, su incursión en
narcotráfico causa alerta general, coincidieron las fuentes consultadas.

Mujeres que desde muy jóvenes son madres, hoy ya tienen nietos y están
presas por narcotráfico, según los registros penitenciarios. En el
aparato familiar de narcoactividad quedan reclutados abuelas, abuelos,
suegras, suegros, padres, madres, esposas de hijos, esposos de hijas,
hermanos, hermanas, cuñados, cuñadas, tíos, tías y niños y niñas que,
usados como correos de mercancía, caen en la drogadicción: el círculo de
la drogodependencia es total.

“La cabeza de familia involucra a parientes y aprovecha secreto,
confianza y lealtad, requisitos indispensables del clan. Se crea un muro
de protección que ocupa la cabeza para sostenerse. En esas
organizaciones siempre hay línea de parentesco entre primero, segundo y
tercer nivel. Si no hay parentesco, hay fuertes líneas de amistad y
confianza para proteger a la cabeza”, describió Andrade.

La policía tiene documentados casos de jefas de “narco-clanes”
que, tras ser detenidas, heredaron el negocio a una nieta o a un hijo.
Datos oficiales mostraron que en El Buen Pastor, única prisión de
mujeres, hay más de 620 mujeres presas y la mayoría por narcotráfico.

Muchas reclusas pueden estar en ese penal con hijos o hijas, pero hasta que cumplan tres años de edad.

“Es el inicio de lo que espera a un hijo que da sus primeros pasos
en un penal y es una alerta a la sociedad. Obliga a invertir más en
prevención y educación de adolescentes que son madres y abuelas muy
jóvenes y terminan en narcofamilias”, aseveró.
CHG

Fuente: Internet

Fotografía de perfil de Liz Douret

Liz Douret

Editor de Contenidos

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