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Regresa la OSN con Wagner, Mendelsoohn y Mahler

Edgardo Carone, violinista Invitado; Yaron Traub, director huésped

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Ciudad de México.- Después de dos semanas de receso, la Orquesta Sinfónica Nacional
(OSN) regresó ayer a la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes con
el Programa 8 de la Temporada anual de conciertos 2013 en una recepción
que tuvo la presencia del director huésped, Yaron Traub –actual titular
de la Orquesta de Valencia–, y como concertino invitado, al joven
violinista mexicano Edgardo Carone.Presentación que agotó
boletos desde horas tempranas por su atractivo cartel: “Obertura de la
ópera Los maestros cantores de Núremberg”, de Richard Wagner
(1813-1883), “Concierto para violín y orquesta”, de Félix Mendelssohn
(1809-1847) y “Sinfonía No. 1” (El Titán), de Gustav Mahler (1860-1911).Bicentenario
del compositor alemán más controvertido en la crónica de la música
occidental: Wagner sigue siendo motivo de apasionadas polémicas. Sus
obras conforman un patrimonio de innegables valores artísticos.Comenzó
la velada con la “Obertura de la ópera Los maestros cantores de
Núremberg”, del autor de “Tristán e Isolda”. El pianista Ferdinand
Hiller la consideró en su época de estreno (finales de los años 60 del
siglo XIX) de mal gusto, “demente asalto contra la música y la poesía”.Por
su parte, el compositor y periodista Heinrich Dorn la juzgaba como
“discordante y horrorosa”. Hoy, sin embargo, es para muchos conocedores
“la más alegre y festiva” de todo el catálogo operístico del admirado y,
a la vez, odiado músico de Leipzig.Lo cierto, imposible
desdeñar la música de Wagner. Ahí está merodeando entre nosotros: se
multiplican los incondicionales con el paso del tiempo.Esta
obertura es muestra de grandilocuencia instrumental: flautas escoltadas
por las cuerdas y percusiones concluyentes de fragmentos melódicos que
compensan una letanía de progresiva distribución. Cautelosa marcha/vals:
bizarra cadenza subrayada por los trombones en fragoroso remate de
sorpresivas modulaciones, que la OSN supo arrogarse con incondicional y
“expansiva sonoridad wagneriana”.Continuó la gala con el
músico romántico alemán Félix Mendelssohn y su “Concierto para violín y
orquesta”: el último gran trabajo orquestal del pianista de Hamburgo, y
primera pieza romántica que los profesores enseñan a los estudiantes de
violín. De gran popularidad, forma parte sustancial de catalogo de
violín, y es muy solicitada por los directores de orquestas.Había
expectativa por la actuación del estudiante de licenciatura de la
Escuela de Perfeccionamiento Ollin Yoliztli, Edgardo Carone (Mexico,
1991), formado en el seno de una familia de músicos, quien se
enfrentaría a las exigencias técnicas de uno de los grandes conciertos
para violín de todos los tiempos.El joven estudiante
asumió el resto con periplo preciso en el primer movimiento (Allegro
molto apassionato) bordando con sutileza los apuntes de sonata y la
cadenza novedosa propuesta por Mendelssohn en 1845. Magistrales solos y
oscilaciones de concluyente manejo técnico.Fagot que
enlaza el primer movimiento con el segundo (Andante) en lírica
enunciación edificada en trémolos limpios de Carone, quien supo
apropiarse de las proposiciones melódicas de la orquesta en simultánea
delineaciones de lenitiva consonancia concertina.El
discípulo de la profesora Natalia Gvozdetskaya enfrentó el final vivace
del tercer movimiento (Allegro non troppo) con resueltos, rápidos y
prolongados arpegios que hacen ecos con las fanfarrias iniciales de las
trompetas. Ademanes de rondó-sonata en la estructura, que los trinos del
violín escoltaron con deliberada y limpia velocidad.Carone
recibió ovación prolongada de muchos de sus compañeros de clase
presentes en el recinto. Se vio obligado a cuatro salidas y al encore:
“Capricho 23”, de Paganini, que provocó euforia. Este cronista considera
que el muchacho estuvo bien: corrección en su faena de alumno
destacado; digamos que realizó muy bien la tarea: pero, no era para
tantos bravos y mucho menos, semejante algarabía de sus acólitos.Intermedio.
Notimex indagó con el musicólogo Luis Pérez Santoja el desempeño del
violinista: “Sí, estuvo bien, indiscutible su técnica y deseos: se ve
que practicó mucho con sus maestros. Estamos en presencia de un
prometedor solista, quien con apenas 22 años acaba de enfrentar a
Mendelssohn y su exigente Op. 64 con decoro”.Tercera
llamada. La función concluyó con Mahler y su “El Titán”. “Sinfonía No.
1” en Re Mayor: Lento, arrastrado. Al principio muy apacible, Robusto y
movido, pero no muy rápido, Solemne y mesurado, pero sin arrastrar,
Movimiento tormentoso.Gustav Mahler (Bohemia, 1860 Viena,
1911) conformó un estilo musical exclusivo: sustancial innovación
bosquejada en nostálgicos y tristes apuntes melódicos de hermoso timbre
sonoro y compleja estructura instrumental.Uso de la
canción popular como pretexto para construir un universo
melódico/armónico en distintos ciclos de canciones con versos de su
autoría “Des Knaben Wunderhorn, Lieder eines fahrenden Gesellen” y del
poeta Friedrich Rückert (Canciones de los niños muertos).Coplas
a las que recurrió más de una vez en una suerte de obsesión en la que
subrayaba la no existencia divisoria entre música instrumental y vocal.
En las Sinfonías núm. 2, 3 4 y 8 lo coral juega un papel esencial.Mahler
concibió música orquestal (nueve sinfonías) y obras vocales que se
entrecruzan y se integran en un corpus de sujeciones en el que las
rondas corales alimentan muchas veces, algunos de los movimientos de las
proporciones orquestales.Su “Sinfonía No. 1” (El Titán)
es uno de los grandes momentos de la música occidental de finales del
siglo XIX. Composición dada a conocer en 1889 de estrecho vínculo con
las “Canciones de un caminante” (1883-1885), en temática que aborda las
oposiciones confluentes entre consternación y regocijo.Dicotomía
presente en el estilo de uno de los precursores de la Segunda Escuela
de Viena y representante del posromanticismo alemán. “Construir una
sinfonía es como levantar, edificar, un cosmos con todos los medios
posibles”, explicaba con frecuencia el autor de la “Sinfonía de los
miles”.Hay en su universo sonoro pluralidades que se
hacen patentes en reminiscencias de fanfarrias, melodías populares,
marchas y canciones tradicionales, entre otros recursos melódicos y
armónicos recurrentes en sus composiciones.En la sinfonía
que nos ocupa, “El Titán”, se pone de manifiesto el uso muy particular
de los acordes y, asimismo, de líneas melódicas interpoladas y dilatadas
en la estructura formal: pieza desmesurada, de armonía disonante, que
rompe con el equilibrio cromático en una suerte de “plasticidad”
acústica fascinante y arropadora.”Poema tonal en forma de
sinfonía” (subtítulo original de la composición), que la OSN principió
con abrigador hechizo: brumosa melodía que se va disipando en las
progresiones instrumentales hasta llevarnos a los sigilosos cornos que
presagian, con armoniosas lisonjas, el argumento central.Segundo
movimiento en lúdica configuración ternaria (scherzo-trío-scherzo) de
animosa presencia folclórica. Pausas, interludios y silencios que
custodian a una hermosa seguidilla rítmica. Los musicólogos refieren la
conformidad de una danza popular austriaca conocida como “Ländler”, que
ya el organista y compositor Antón Bruckner (1824-1896) había utilizado.Tercer
movimiento que el conductor israelita Traub abordó desde esplendorosa
conjunción “maheleriana”: contrabajo conjeturando una traslación de
“Martinillo” (popular copla infantil) de matices fantásticos –muchos
vislumbran plazas surrealistas– que proyecta imágenes sonoras de
borrascosa y extraña hermosura.Mahler en estado puro:
exaltaciones espesas en avenencias que la OSN configuró ayer en íntegra
faena instrumental. Final, Movimiento Tormentoso, predecesor de las
“villas musicales” del Mahler de la Quinta y la Sexta sinfonías.Impresionante
concepción orquestal que protagonizan los cornos en una coda de
asombrosa representación: gradaciones emocionales que inundan los
presagios. Imaginativos entreactos de un remate orquestal inolvidable. A
123 años del estreno de esta sinfonía se corrobora una vez más, la
importancia y aportes de Mahler a la música contemporánea.La
conducción de Yaron Traub, memorable, entusiasta, locuaz y arrobado.
Fuimos testigos de una OSN haciendo ostensible sus acuciosas virtudes
interpretativas. Cuatro salidas del director huésped, quien regaló el
encore “Waltz 2”, de Dmitry Shostakovich (1906-1975), movimiento 6 de
“Jazz Suite No. 2”.Público satisfecho que aplaude con
delirio a un director de contagioso regocijo y gestos al frente de la
orquesta de tierna confabulación.Se anunció la sesión 9
(viernes 19 y domingo 21 de abril) de esta Temporada anual de Conciertos
2013, que contará con Rafael Payaré como director huésped en la
consumación de obras de Brahms, Bartók y Francois-Adrien Boieldieu.TJ

Fuente: Internet

Fotografía de perfil de Liz Douret

Liz Douret

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