Melbourne.- El “Caso Armstrong” no
sólo golpeó duramente al ciclismo: también sacude al periodismo, centro
de críticas en las redes sociales por, según sus detractores, haber
“vendido” durante años una historia que era falsa.
La red social Twitter, ese anárquico foro mundial en el que todos opinan
en pie de igualdad, hervía en la noche del jueves al viernes durante la
entrevista de Oprah Winfrey a Lance Armstrong.
“En serio, todos ustedes, periodistas, ¿cómo es posible que los
engañaran todos estos años? ¿No están viendo esto y sintiéndose
avergonzados?”, se leyó en la cuenta @festinagirl, una de las muchas que
apuntaron en esa dirección.
Aunque la verdad es más compleja que Twitter. Es cierto que la de
Arsmtrong fue una de esas situaciones en las que viene a la memoria
aquel dicho cínico de “no dejes que la realidad te arruine una buena
historia”.
Algo reflejado en la cantidad de libros elogiando y divinizando al
estadounidense, libros que a partir del 10 de octubre de 2012, cuando la
USADA reveló los detalles del “caso Armstrong”, pasaron a ser una
especie de material tóxico, un dedo acusador contra el periodismo en los
anaqueles de librerías de todo el mundo.
Pero la historia puede verse exactamente a la inversa: de no haber sido
por un periodista como el británico David Walsh, Armstrong no habría
terminado esta semana sentado delante de Winfrey, ni estaría luchando
por conservar algo de su fortuna y su libertad, dijo Dpa.
Eso querría decir que el periodismo funcionó, cumplió su papel.
Paradójicamente es Walsh, en un reciente artículo para el “Sunday
Times”, quien lo relativiza.
“El asunto con el escándalo Armstrong es que, incluso en 1999, el año de
su primer victoria, no necesitabas ser Woodward o Bernstein para verlo.
En la tarde en que el estadounidense ofreció su primer gran exhibición
en los Alpes, el ascenso a Sestriere, muchos periodistas en la sala de
prensa se rieron por la facilidad con que subía”.
Walsh cuenta cómo los especialistas de “L’Equipe” veían a Armstrong y
decían “¡doping!” sin dudar, pero también como ese periódico, propiedad
de la misma empresa que organiza el Tour de France, decidió bajar la
agresividad de la cobertura de sus periodistas y darle impulso a la gran
historia del hombre que triunfaba en el deporte tras vencer al cáncer.
“Lo del cáncer ha sido su gran coartada”, dijo a Dpa el periodista
español Carlos Arribas, uno de los más reconocidos a nivel mundial en la
cobertura del cliclismo.
“La prensa estadounidense se lo creía todo. Los europeos, en cambio, lo
sabíamos, pero no podíamos decirlo porque no teníamos pruebas”, explicó
el especialista del diario “El País”.
“Un resultado de doping positivo era la línea que te marcaba la posibilidad de hablar”.
Uno de esos periodistas estadounidenses, con pedido de mantener el
anonimato, admitió a dpa que al principio era “naif” y le “creía todo a
Armstrong”.
“Con el tiempo vas viendo que eso es imposible, la gente te cuenta cosas
off the record… Tras su regreso al ciclismo ya no le creí nada. Y, es
cierto, Lance te amenazaba sutilmente con sus respuestas, y en el
entorno te cortaban el acceso”.
Lo del “acceso” es uno de los grandes dilemas del periodista. En un
mundo hipercomercializado como es el deporte actual, ninguna estrella se
mueve sin su agente y su jefe de comunicación. Si las preguntas en las
ruedas de prensa apuntan a temas que la estrella y sus agentes quieren
evitar -la idea es siempre potenciar el negocio, y para eso la imagen
debe ser impoluta-, la posibilidad de una entrevista, de una “exclusiva”
con el deportista en cuestión se torna muy lejana, aunque siempre es
posible tomar el camino más incierto: el de Walsh.
Y sin entrevistas, sin “exclusivas”, el jefe se preguntará desde la
redacción para qué enviar a alguien que no añade nada especial. O, peor
aún: pensará si no tiene sentido despedirlo y reemplazarlo por otro. En
años en los que los medios de comunicación tradicionales no dejan de
echar periodistas, esa sutil espada de Damocles es muy hábilmente
utilizada por muchos de los que manejan el contacto con la prensa.
“Armstrong era un tipo muy duro”, recuerda Arribas. “Si una pregunta no
le gustaba, te miraba muy fijamente y discutía contigo. Pero tenía la
valentía de contestar él. Diferente al caso de José Mourinho en el Real
Madrid, donde las preguntas van a aquellos periodistas que el club
elige”.TJ