Es necesario que el gobierno federal implemente políticas públicas para
que el cine mexicano sea distribuido y exhibido equitativamente,
consideró Jorge Sánchez.
Quien habla ha sido productor de filmes como Danzón y El evangelio de
las maravillas; director del Festival Internacional de Cine de
Guadalajara; cónsul general en Brasil durante el sexenio de Vicente Fox y
actualmente comanda la recién creada Casa de Cine en la Ciudad de
México.
Esta semana fue reconocido por parte de la Asociación Mexicana de
Productores Independientes, en el marco del Festival Internacional de
Cine de la Ciudad de México.
?Debe haber un consenso e incentivar a esos distribuidores y exhibidores
para que distribuyan cine mexicano. Pueden ser incentivos fiscales,
fórmulas que les garantice un piso de ingreso. Hay fórmulas que pueden
verse en el cine brasileño, argentino, donde hay cuotas y que pueden
irse adaptando a la realidad nacional.
?Pero también hay que estar concientes de que el Estado puede fijar
políticas de conveniencia para el país y la ciudadanía. Si no hay
respuesta de ello, hay que pasar a otro terreno, donde se exige respeto a
la cultura que es el cine mexicano?, expresó. Sánchez platicó con EL
UNIVERSAL sobre su pasado, presente y futuro.
¿Te arrepentiste en algún momento de ser productor?
(Risas) ¡Nunca, es tal el ritmo en que te metes que no da tiempo! En
cambio fue muy satisfactorio poder hacer reformas y adhesiones a la ley
de cine, donde se establecía la obligatoriedad de dar recursos federales
anuales.
Decía Víctor Hugo Rascón Banda (dramaturgo y escritor) que las leyes
nacían viejas y había que actualizarlas ¿qué puede hacerse con la de
ahora?
Hay producción, pero no distribución ni exhibición. Es lamentable que el
cine mexicano, en un noventa y tantos por ciento, se haga con recursos
públicos y no regrese al público, entonces mayor paradoja o parajoda no
puede haber. Debe existir políticas públicas que incentiven eso.
¿Cuál ha sido la película más difícil que has producido?
Fue El jardín del edén, de María Novaro. Filmamos en Tijuana en 1993,
era una coproducción con Canadá y llevábamos una semana filmando cuando
la procuradora de Estados Unidos decretó enviar a la guardia nacional
porque las condiciones de migración estaban volviéndose críticas. Y
nosotros filmábamos en Tijuana y San Diego. Es terrible sentir que en
los primeros días la película se está yendo y hay que cambiar todo el
plan.
¿Qué recuerdas de tu primer filme?
Fue Cómo ves, de Paul Leduc, en el 85 y nos agarró el terremoto (del DF)
y no pudimos terminar como pensábamos, pero al mismo tiempo fue una
exploración de mundos en la ciudad que eran muy underground,
periféricos, casi negados para el gobierno y descubrir a Roberto Sosa,
fue maravilloso.
Hay quien te ve como candidato natural para dirigir al Imcine
(Risas) No está en mi pensamiento, pero depende mucho de la situación y
qué tanta voluntad política haya y de la comunidad cinematográfica,
porque es fundamental la sociedad civil organizada para cambiar las
cosas.
¿Cuáles son tus siguientes proyectos?
Son dos documentales, uno de Mercedes Moncada (La pasión de María Elena)
que se llama Palabras mágicas y que es una reflexión sobre los años que
ella pasó en Nicaragua durante el sandinismo y otro de Julian Temple,
sobre Tijuana, su música, su cultura, su impulso ciudadano.
