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Dime una mentira, dime que me quieres

Por suerte o por desgracia, el cine ha colaborado a construir las fantasías románticas de millones de espectadores

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?Madrid, España.- “Miénteme. Dime que me has esperado estos cinco años,
dímelo. Que habrías muerto si no hubiese venido. Y que todavía me
quieres como yo te quiero a ti”, le decía Sterling Hayden a Joan
Crawford en “Johnny Guitar”. Ese diálogo lo puso luego Pedro
Almodóvar en boca de Carmen Maura y Fernando Guillén en “Mujeres al
borde de un ataque de nervios”, dando un doble giro a las mentiras que
se pueden decir en el cine, que es a su vez una gran mentira vestida de
credibilidad.AMOR EN LA ADVERSIDAD¿Quién
no ha oído alguna vez aquello de que “el amor es para las películas”?
El cine, fábrica de sueños, ha construido la mayor de las fantasías: la
de ser amado incondicionalmente. “He aquí un soldado del Sur que te
quiere, que quiere sentir tus abrazos, que desea llevarse el recuerdo de
tus besos al campo de batalla. Nada importa que tú no me quieras. Eres
una mujer que envía un soldado a la muerte con un bello recuerdo.
Scarlett, bésame, bésame una vez”, le decía Clark Gable a Vivien Leigh
en el clásico por excelencia “Gone With the Wind”. Pero la
realidad es que, utilizando coletillas cinematográficas “cualquier
parecido con la realidad es pura coincidencia”, si bien es cierto que
tanta pasión desembocaba en un “francamente, querida, me importa un
bledo”.”El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos”, decía
también en plena guerra Humphrey Bogat a Ingrid Bergman en “Casablanca”,
quienes no consumaban su amor pero lo aplazaban con un “siempre nos
quedará París”. Y es que “no es amor el amor que al percibir un
cambio cambia. Es un faro inmóvil que contempla las tempestades sin
moverse” decían en “Sentido y sensibilidad”, basada en la novela de la
maestra de no confundir sensibilidad con sensiblería: Jane Austen. Kate
Winslet, la enamoradiza idealista, y Emma Thompson, la cauta racional,
acababan convergiendo en la felicidad del amor correspondido, para
regocijo de los crédulos. “Tengo miedo de muchas cosas. Pero
también tengo miedo de salir de este cuarto y no volver a sentir en toda
mi vida lo que siento estando contigo”, decían en “Dirty Dancing”. Y,
en el imaginario reciente, resplandece una kafkiana manera de llegar al
romanticismo filmada por Michel Gondry y titulada “Eternal Sunshine of
the Spotless Mind”, en la que Jim Carrey explica su amor condenado a
repetirse por la amnesia inducida diciendo: “Su personalidad promete
sacarte de tu mediocre vida. Es como subirte en un increíble meteorito
ardiente que te llevará hasta otro mundo… un mundo donde todo es
emocionante”.EROS Y TÁNATOS”He cruzado
océanos de tiempo hasta encontrarte”, decía a su amada un Drácula más
sexy que nunca rodado por Francis Ford Coppola y encarnado por Gary
Oldman. En esta película de 1992 el amor era tan fuerte que podía con el
habitual terror que Hollywood había extraído a la novela de Bram
Stoker.Drácula, como su heredero en el romanticismo inmortal de
“Crepúsculo”, Edward, se sentía impotente por su eterna supervivencia.
Al contrario que los protagonistas de “Lucía y el sexo”, de Julio Medem,
que decían eso de “me voy a morir de tanto amor”. El que sí moría, pero
sin interrumpir por eso su romance, era Patrick Swayze en “Ghost”, ya
que seguía protegiendo a Demi Moore, de la que finalmente se despedía
diciendo: “No te imaginas cuánto amor me llevo…”.Pero el
verdadero duelo “amor y muerte” tuvo lugar en los años setenta y
catapultó a sus dos protagonistas a una efímera fama: Ryan O’Neal y Ali
McGraw compatibilizaron un cáncer terminal con una “Love Story” en la
que se pronunciaba una frase que, en tiempos de la violencia de género,
puede sonar algo polémica: “Amar significa no tener que decir nunca lo
siento”.  Y, hablando de enfermedades, “Shakespeare in Love” hablaba de
su amor por Gwyneth Paltrow como “la enfermedad y la cura al mismo
tiempo”.ROMANCES OTOÑALESCasi más
difícil que el amor ultraterreno se antoja el amor en avanzada edad, y
por eso algunos de los romances más hermosos de la gran pantalla han
tenido un hálito crepuscular. “Los viejos sueños eran buenos
sueños. No se realizaron pero me alegro de haberlos tenido”, decían en
el que, probablemente, sea el más célebre de esta categoría: “The
Bridges of Madison County”. Un ama de casa y un fotógrafo de National
Geographic encarnados por Meryl Streep -romántica de pro también en “Out
of Africa”- y Clint Eastwood -hasta entonces, duro de pelar- se
soltaban perlas como: “Creo que los lugares en que he estado y las fotos
que he hecho durante mi vida me han estado conduciendo hacia ti”. Y
hasta a los más escépticos se les saltaban las lágrimas.Su
historia de amor recordaba a otro clásico, esta vez de los años cuarenta
y rodado en Gran Bretaña por David Lean bajo el nombre de “Brief
Encounter”, en la que dos adultos revivían los fuegos de la juventud en
solo una jornada. “Llegará un día en el futuro en el que no piense en
esto nunca más, en el que pueda mirar atrás y decir en paz y
tranquilidad lo tonta que fui… ¡No, no, no quiero que ese momento
llegue nunca! Quiero recordar cada minuto, siempre, siempre hasta el fin
de mis días”, decía Celia Johnson.Dos personajes tan
legendarios y heroicos como “Robin & Marian” vivían una de las
catarsis amorosas más delicadas de todos los tiempos en la película de
Richard Lester. Él, falto de la fuerza que le hizo famoso defendiendo a
Ricardo Corazón de León, batallaba torpemente por el amor de ella,
metida a abadesa, pero que acababa sucumbiendo con un histórico: “te amo
más que a Dios”.Y más terrenal, pero no menos hermosa, era la
declaración del maniático obsesivo Jack Nicholson de “As Good As it
Gets” a Helen Hunt: “Tú haces que yo quiera ser mejor persona”.LA DURA REALIDADSin
embargo, tampoco se puede culpar solo al cine de la desilusión que la
realidad provoca, puesto que la pantalla también ha ofrecido retratos
menos complacientes o directamente corrosivos sobre la naturaleza del
amor.”Un año de llamas y pasión y treinta de cenizas” era como
definían el amor en “El Gatopardo”. Y en “Dos en la carretera”, la
habitualmente romántica Audrey Hepburn preguntaba: “¿Qué clase de
personas son las que se pasan horas sin tener nada que decirse?”. “Los
matrimonios”, le respondía Albert Finney.Incluso un idealista
como Frank Capra se soltó la melena al dirigir la muy gamberra “Arsenic
and Old Lace”, donde Priscilla Lane le decía a Cary Grant: “Pero
Mortimer, tienes que quererme también por mi mente”. “Querida, cada cosa
a su tiempo”, le replicaba él. Un Jack Lemmon travestido
cortaba por lo sano su relación con el millonario en “Some Like it Hot”
diciéndole: “Osgood: soy un hombre”, aunque él le respondía con el
legendario “nadie es perfecto”. Pero quizá el más tajante fue
Daniel Day Lewis, que desde su silla de ruedas decía en “My Left Food”:
“El amor platónico es el único amor que ha habido en mi vida; ¿y sabes
lo que te digo?, ¡que le den por el culo a Platón!”.DESTACADOS:*
Grandes clásicos como “Casablanca” o “Gone With the Wind” han apostado
por amores frente a la adversidad, pero han matizado las opciones de
éxito.* Los amores teñidos de muerte han tenido un gran efecto
sobre el espectador en versiones tan distintas como “Bram Stoker’s
Dracula”, “Ghost” o “Love Story”.* Algunos de los romances más
hermosos de la pantalla han tenido un hálito otoñal, como “The Bridges
of Madison County” (“Los puentes de Madison”) y “Robin and Marian”.

Fuente: Internet

Fotografía de perfil de Liz Douret

Liz Douret

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