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México.- Este viernes santo se conmemora oficialmente la crucifixión y muerte de Jesucristo, uno de los acontecimientos más importantes de la tradición católica, el cual antecede la acción salvadora y profética del hijo de Dios. A continuación, repasaremos cómo fueron las últimas horas de vida de Jesús y cuáles fueron sus pasos justo antes de que lo clavaran en la cruz.
¿Cómo fueron las últimas 12 horas de vida de Jesús?
Mientras Jesús se encontraba orando con los demás discípulos en el jardín de Getsemaní, Judas llegó en compañía de los soldados, quienes iban armados con espadas y garrotes. En ese momento Judas besa a Jesús, tan solo segundos antes de que este sea arrestado.
Los apóstoles que acompañaban al Mesías huyen mientras este último es atado de pies y manos para ser llevado a ver a Anás, el sacerdote principal y quien envía a Jesús a casa del sumo pontífice, Caifás. Allí se habían reunido los maestros de la ley y las autoridades judías. Es entonces cuanto los líderes religiosos dicen: ‘Hay que darle muerte a Jesús.’
Mientras todo esto pasa, Pedro está afuera en el patio. Tres veces la gente le dice a Pedro que él estaba con Jesús, pero cada vez Pedro dice que no, tal como lo profesó el mismo Jesús un poco antes. Luego, al salir el Sol el viernes por la mañana, los sacerdotes llevan a Jesús a su gran lugar de reunión, la sala del Sanedrín para considerar lo que van a hacer con él. Lo llevan a Poncio Pilato, gobernador del distrito de Judea y acusan a Jesús por blasfemia.
Pilato, después de hacer preguntas a Jesús, dice: ‘Yo no veo que él haya hecho algo malo.’ Entonces hace que se lo lleven a Herodes Antipas, el gobernante de Galilea, quien se halla en Jerusalén. Éste tampoco ve que Jesús haya hecho algo malo, y lo devuelve a Pilato.
Pilato quiere dejarlo libre, pero los enemigos de Jesús quieren que Pilato deje ir a otro prisionero, a Barrabás el asaltante. Más tarde, cerca del mediodía, Pilato saca a Jesús afuera y le dice a la gente: ‘¡Miren! ¡Su rey!’ Pero los sacerdotes principales gritan: ‘¡Quítalo! ¡Mátalo!’ Así, Barrabás sale libre, y a Jesús se lo llevan para crucificarlo. Luego, Jesús es obligado a caminar hacia el Gólgota cargando su propia y pesada cruz de madera, esto al mismo tiempo que es ultrajado por los soldados judíos, quienes le lanzan tanto ofensas como latigazos.
Jesús fue clavado en la cruz y dispuesto en medio de dos criminales, quienes yacían a cada uno de sus lados, también crucificados. Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su condena: «Este es Jesús, el rey de los judíos».
Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían: «Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!». De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo: «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él. Ha confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama, ya que él dijo: «Yo soy Hijo de Dios».
Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región. Poco antes de la muerte de Jesús, uno de los criminales le dijo: ‘Acuérdate de mí cuando entres en tu reino.’ Y Jesús contestó: ‘Te prometo que estarás conmigo en el Paraíso.’
A las tres de la tarde, Jesús expresó «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían: «Espera, veamos si Elías viene a salvarlo».
Entonces Jesús agachó la cabeza y dio su último suspiro, falleciendo el viernes santo, momento en el cual se desató un muy fuerte terremoto que hizo a muchos creer que realmente era el hijo de Dios. Sin embargo, esto fue confirmado tres días después con la resurrección de Jesús.
