Seúl. Corría el año de 1988 cuando los atletas se encontraban disputando la ronda clasificatoria en los clavados en el trampolín de 3 metros en los Juegos Olímpicos de 1988, en esta ocasión para ganar el oro se tuvo que pagar el precio con sangre.
Fue durante la etapa preliminar cuando el norteamericano Greg Louganis se dispuso a realizar su primer intento desde el trampolín cuando realizó un triple mortal hacia atrás y desafortunadamente impactó su nuca contra el trampolín, lo que causó una herida que provocó un sangrado que impactó a los presentes.
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Después del golpe Louganis sufrió una conmoción cerebral, la cual no lo detuvo de volver a plantarse al filo del trampolín, en la búsqueda de concretar su lucha por la medalla de oro.
El clavadista completó las preliminares a pesar de su lesión y obtuvo la puntuación más alta de la ronda clasificatoria para su siguiente salto, y repitió el salto que le costó el accidente durante la final para ganar la medalla de oro por un margen de 25 puntos, a cambio de una cabeza abierta y algunos mareos.
En esa misma justa olímpica y luego del triunfo, Louganis no se quedó contento con una medalla y fue a buscar la segunda al hilo, trepándose hasta la plataforma de los 10 metros, para realizar un salto de 3.4 de dificultad en su último intento para obtener 86.70 puntos para un total de 638.61, superando al medallista de plata, Xiong Ni por solo 1.14 puntos.
Sin embargo, esta decisión terminaría pesando a futuro, pues aunque se colgó dos medallas de oro, la decisión de seguir compitiendo después de su golpe en la cabeza haría que se le cuestionara gravemente, pues a Louganis le diagnosticaron VIH seis meses antes de los Juegos Olímpicos.
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Cuando esto se hizo público, dentro y fuera de la comunidad internacional de clavadistas empezaron a cuestionar la decisión de no revelar su condición de seropositivo en el momento dado que había sangrado en una piscina en la que otros se habían zambullido, Louganis ha declarado que durante la terrible experiencia estaba “paralizado por el miedo” a infectar a otro competidor o al médico que le trató.